27 abr. 2024

Padre del periodista Medina dice que también daría la vida para no callar

Al cumplirse hoy seis meses del crimen, el anciano agricultor al que ya le asesinaron tres hijos, reafirma que “no hay que rendirse ante la mafia”. Ña Ángela, su esposa, no pudo resistir el dolor.

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Pablo Medina, padre.

Por Andrés Colmán Gutiérrez

CAPIIBARY, SAN PEDRO


“Duele mucho que les maten a tus hijos, pero Pablo y sus hermanos (Salvador y Salomón) dieron su vida por denunciar a la mafia, por decir la verdad. Así yo les enseñé y si tengo que pagar con mi vida por no callar, yo también lo haría...”.
Su voz en lengua guaraní suena quebrada por el dolor, pero a la vez muy firme, claramente convencida, por más que a ratos parezca apenas audible.
Don Pablo Medina Bernal tiene 76 años de edad y los pasos cansados, cuando se acerca caminando lento desde el fondo de su rústica vivienda, en las afueras de la ciudad de Capiibary, Departamento de San Pedro, en donde al atardecer se reza el novenario en memoria del periodista Pablo Medina, quien se desempeñaba como corresponsal del diario ABC Color en Curuguaty, Canindeyú, cuando fue asesinado por sicarios del narcotráfico el 16 de octubre de 2014, junto a su asistente Antonia Almada, en un camino vecinal de Villa Ygatimí.

“Me han quitado a mis tres hijos tan valientes, pero sobre todo me han quitado a mi esposa, que se murió del dolor del corazón después de que le mataron a Pablo. Ella ya no quería comer, solo pensaba en sus hijos, ya no pudo aguantar”, comenta el anciano agricultor, con una nube de tristeza que asoma a sus ojos.

PÉRDIDAS. Sentado en un típico sillón cable, a la sombra de una fresca enramada, don Pablo recuerda cómo la tragedia fue cobrando víctimas en su humilde y laboriosa familia. Cuenta que hoy tiene la audición muy reducida y nos pide que elevemos la voz, para poder escuchar.

“Yo siempre mantuve una conducta de no callar ante las injusticias, de denunciar abiertamente los abusos de las autoridades y de los mafiosos de esta zona. Mis hijos heredaron ese mismo carácter”, afirma.
Hace más de una década, otro de sus hijos, Salvador Medina, de la emisora comunitaria Ñemity FM, de Capiibary, fustigaba desde su programa radial a los depredadores de bosques, a los traficantes de madera y a los marihuaneros.
El 5 de enero de 2001, un hombre enmascarado asesinó a balazos a Salvador, a orillas de un camino. Tras el escándalo que produjo el crimen, la Justicia determinó que Milciades Maylin fue quien disparó, pero nunca pudo atrapar a los otros cinco sospechosos, ni esclarecer quién ordenó el crimen.
Otro de los hermanos Medina, Salomón, fue asesinado a balazos en la fronteriza ciudad de La Paloma, Canindeyú, el 15 de diciembre de 2002, en circunstancias nunca aclaradas. Salomón era docente y activo luchador social. Sus denuncias molestaban a muchos poderosos de la región.
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JUSTICIA. Pero fue el asesinato del tercer hermano el que más conmoción produjo, quizás porque Pablo era corresponsal de un importante medio periodístico, el diario ABC Color.
El escándalo del crimen sacudió el avispero y facilitó la revelación de los poderosos nexos del narcotráfico en el mundo político.
Pablo es quien llevaba el mismo nombre de su padre, y el veterano agricultor no oculta su orgullo por la valiosa función social que cumplía su hijo como periodista.

“Estoy contento porque el que dicen que ordenó el asesinato (el ex intendente de Ypejhú, Vilmar Neneco Acosta) cayó preso en el Brasil. Ahora espero que consigan traerlo al Paraguay, para que aquí pueda pagar su culpa, que se le aplique la sentencia máxima. No quiero venganza, pero si pido justicia, justicia, justicia... Ese es mi deseo como papá”, explica.

EL DOLOR. En la casa de los Medina hay un silencio doloroso, que a ratos estalla en llantos contenidos por parte de una de las hijas. Es cuando don Pablo recuerda a su esposa, doña Ángela Velázquez de Medina, quien falleció el miércoles 14 de enero de 2015, a tres meses del asesinato de su hijo Pablo.

Tras 32 días de estar internada en el Hospital Central del Instituto de Previsión Social, en Asunción, doña Ángela no resistió la cirugía cardiaca a la que fue sometida. “Ella murió de pena, del gran dolor que tenía en su corazón y nos dejó a nosotros también un gran dolor, una gran tristeza”, reconoce don Pablo.
A seis meses del asesinato de su hijo corresponsal, el labrador considera que su trágica pérdida puede ayudar a que la sociedad paraguaya entienda que hay que luchar contra la mafia del narcotráfico, para que no destruya al país.
“Yo les agradezco mucho a los periodistas, que siguen reclamando justicia, que siguen informando y denunciando las cosas malas, como hacía Pablo. No debemos dejar que este asesinato se quede impune, porque si no van a seguir matando gente. No tenemos que permitir que ellos ganen esta batalla, porque si no, la muerte de mis hijos no servirá de nada”, destaca.
Un abrazo emocionado y largo concluye la entrevista. Don Pablo se despide y camina lento, rengueando a causa de una herida en la pierna, hacia el interior de su vivienda, donde debe continuar con su reposo médico.

Un viento frío y silencioso se adueña del amplio paisaje rural.

Videos y fotos: Ylda R. Miskinich

Colaboración: Elías Cabral
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