Somos el país pletórico. Cómo puede ser que luego de tanto robo sistemático todavía esta tierra siga dando riquezas y más riquezas. Los recursos no se agotan nunca, nos parece. La impresión que tenemos es que somos una nación en cuyo corazón crece el cuerno de la abundancia. Pero en realidad eso no es cierto.
Somos el país del aguante. Esta tierra lo que sí da en abundancia son hombres y mujeres bien acostumbrados a vivir mal. Es decir, no se vive si no se sobrevive creyendo que eso es la vida. Entonces, ante tan mala calidad de vida, elevamos la mirada al cielo agradeciendo que Dios ahorca pero no mata. Agradecemos que a veces amanezcamos con un mendrugo de pan para llevarlo a la boca.
La abundancia natural de la que hablábamos no tiene sentido si también abundan los pobres. ¿Qué sentido tiene producir tantos alimentos si tenemos millones de famélicos? ¿A qué alegrarnos cuando el quebranto es nuestra segunda piel? Los indigentes en general luchan día a día para salir de tal condición. Aquellos que afirman que ellos son felices así y prefieren tal situación a una mejor se equivocan, un árbol les impide ver el bosque, hacen un paso inductivo falso a partir de una simple impresión. Ningún miserable quiere la miseria.
Pero la primera riqueza, aquella que se fija en los recursos naturales, en la feracidad de la tierra, proviene de una materialidad que no depende de nosotros en principio. Es decir, la naturaleza ya estaba ahí puesta. En todo caso, la acción humana puede con el tiempo arruinar tal fertilidad. En general, solemos sentirnos afortunados y afirmamos cosas como que esta nación es bendita por no tener tsunamis, volcanes ni terremotos. Las crecidas de los ríos y las tormentas son una clase de desastre más bondadoso, decimos.
Pero la abundancia que me preocupa es la segunda. Esa que produce pobres por doquier. Creemos que son parte también del paisaje natural y ese es el gran error. Los seres humanos tenemos tal o cual condición por acciones sociohistóricas que luego vamos reproduciendo. Por cuestiones genéticas tenemos un fenotipo determinado, pero nacemos pobres por una mala gestión política o porque otros compatriotas han robado históricamente.
La pobreza humana no es natural. Si hay pobres es porque algo no funciona en la sociedad. Es porque el Estado está infiltrado por traidores, por mentirosos que han prometido algo y han hecho lo contrario. La solución a la pobreza debe venir de políticas públicas eficientes que solo serán tales si se combate la corrupción y la impunidad de aquellos administradores públicos que colaboran con ella. El voto es una de las armas que tenemos. La otra es la participación directa como ciudadanos.