25 may. 2025

Moteles y cabras bajo sospecha

Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

Sin que nadie pudiera imaginarlo, en un mismo barrio sanlorenzano estaban ocurriendo dos dramas espantosos, en ambientes muy distintos, pero unidos por una raíz común.

Una investigación periodística reveló que debajo del aparente lujo de los moteles de la zona se escondía una asquerosa capa de mugre, apenas disimulada por medidas cosméticas. La televisión mostró cómo, mediante luz ultravioleta, podían verse restos de todo tipo de fluidos humanos en sábanas, colchones y sanitarios. Hasta los juguetes sexuales eran reutilizados luego de una somera higiene. Una ex empleada de uno de los establecimientos explicó que la insalubridad se debía a la presión ejercida por los gerentes, que exigían que la limpieza de una habitación no dure más de siete minutos. Eso obligaba, con frecuencia, a no cambiar la ropa de cama ni objetos como cepillos de dientes y peines.

Luego de las denuncias, funcionarios de la Municipalidad de San Lorenzo inspeccionaron algunos de los “reservados”, dejando al descubierto otras facetas escandalosas, esta vez institucionales. No tenían el más mínimo elemento que permitiera documentar nada y además, según lo confesaron, era la primera vez que los dueños de los locales les permitían ingresar a su interior. No olvide usted que detrás de la licencia de cada uno de esos albergues está siempre la protección de un concejal, un funcionario y/o una autoridad policial.

La honesta clientela de los moteles quizá siempre sospechó algo así, pero prefería no pensar demasiado en ello. Entre tantas malas noticias, hubo una tranquilizadora. Nadie comprobó la existencia de cámaras ocultas, secreto terror de los usuarios. Por lo menos allí Gay Talese no hubiera podido escribir su inquietante El motel del voyeur, la narración de las historias del dueño de un hotel de Colorado que instaló una plataforma de espionaje en los conductos de ventilación para dar rienda suelta a sus deseos de voyeur.

A pocos metros de allí, en la Facultad de Veterinaria de la UNA, estalló un escándalo al descubrirse algunos casos de brucelosis en estudiantes y profesionales que trabajaban con cabras de la granja académica. Su aparición puede ocurrir en ambientes en los que se trabaja con bovinos, caprinos o suinos. Se trata de una enfermedad grave y que puede tener consecuencias serias en humanos. Por eso mismo, su denuncia es obligatoria, de modo que se tomen a tiempo las medidas adecuadas.

Lo criminal es haber intentado ocultarlo, con el supuesto fin de proteger la imagen de la facultad. Todo indica que la decana Azucena Cabrera tuvo la información, pero no hizo nada, permitiendo, incluso, que la leche de las cabras siguiera siendo comercializada, exponiendo a centenares de personas. Cuando uno sale del estupor, se da cuenta de que la irresponsabilidad es parecida en los dos casos, pero hay uno más grave. Lo de los moteles es repugnante, pero no mata. Lo de Veterinaria, sí.