El presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y senador, otrora gran luchador contra la barbarie del stronismo, Miguel Abdón Saguier, dice que esa nucleación política no puede lanzarse al vacío.
Ese “lanzarse en el vacío” es apoyar un juicio político al que reparte nuestra plata con su amigo Manuel Radice como si fuera coquito horneado en su propio bolsillo, el ministro liberal del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), Alberto Ramírez Zambonini.
Para no lanzarse “al vacío”, el PLRA quiere asegurar que el Partido Colorado le jure y rejure que a un liberal le seguirá otro liberal.
De cómo es eso, los herederos del color de la bandera —aunque no de sus principios, a esta altura—, de José de la Cruz Ayala, el mítico Alón, no conocen: el dador de puestos Ramírez Zambonini, desde que en 1996 se constituyó el TSJE en virtud de una ley, jamás tuvo sustituto.
“Méritos” no le faltaron.
Lo que nunca hubo es voluntad para, por lo menos, mandarlo a su casa. O, dicho desde otra clave: los liberales siempre tuvieron miedo de quedarse sin el pan y sin la torta. Sin la torta esa tan rica, tan apetecible, que Ramírez Zambonini corta para sus korrelí en porciones de planilleros.
Miedo de los colorados es lo que hasta ahora tienen. Se guían por el refrán popular que dice: Colorado ha locro kirîrîgui nderejedeskuidái va’erâ. El locro que no humea y el colorado tienen en común que debajo de las apariencias pueden esconder sorpresas.
Para Saguier, un colorado (Jaime Bestard), un liberal (el nombrador de funcionarios innecesarios) y una que solo dura algún tiempo en un partido (María Elena Wapenka) en el TSJE “dan muy buenos resultados”.
¿"Muy buenos resultados” para quiénes? Para los partidos políticos, por supuesto. Si la mayor parte del tiempo se callan es porque cada uno está “en lo suyo” practicando la institución del mboja (arrimado, protegido) de tiempos de la Colonia Española en el Paraguay, que en términos de hoy, partiendo de una institución romana, se llama clientela política.
Traducido en paraguayo, la clientela es el racimo de correligionarios ávidos de un sueldo. Algunos de ellos son extremistas de esa práctica: quieren sueldo sin trabajar. La condición de planillero es su máximo logro.
El equilibrio del que habla Saguier hay que entender desde esa perspectiva: che ajapo, nde rejapo, ha’e avei ojapo. Ese equilibrio es lo que pretende mantener. El otro es casi irrelevante.