19 abr. 2024

Medio siglo de catolicismo paraguayo

Al igual que la Iglesia Católica en general, no pocos cambios tuvo a nivel nacional. Un repaso de sus últimos 50 años.

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Arzobispo. Con Rolón la entidad se fue volviendo crítica. |Foto: Archivo.

Por Pedro Gamarra Doldán

La Iglesia Católica universal es uno de los referentes internacionales de mayor peso y predicamento. Dos mil años de historia la han tornado en una espectadora y actora envidiable de cuanto hecho importante ocurrió en el mundo en ese largo tiempo.

Es una entidad del derecho internacional (es un Estado independiente) y un porcentaje singular de su poderío se basa, generalmente, o en la fe o en su valor espiritual.

La encíclica Rerum Novarum (1893), del papa León XIII, significó un inicio de cambio en una estructura no desconocedora de los derechos de la clase humilde, de la clase obrera y de los más carenciados (el ejemplo de San Francisco de Asís es ya un testimonio de ese pensar espiritual y social).

La Acción Católica en los años 20 del siglo XX vino a significar la aparición de pensadores (y operarios intelectuales) en las sociedades europeas y latinoamericanas del que Paraguay no fue un país excluido (si no fíjense cómo sobrevive la Revista Acción, nacida en ese obrar).

Pero a través del Concilio Vaticano II (1962/1965), realizado en sus proemios por el gran Pontífice que fue Juan XXIII (1958-1963), y las encíclicas de ese momento, Pacen in Terris (Paz en la Tierra) y Mater et Magistra (Madre y Maestra), significó la presencia de una fuerza de pensar (y obrar) pujante en la misma, y un andamiento de la Iglesia en los avatares de las hechos internacionales (sean estos políticos, cívicos o intelectuales). La crisis de los misiles de Cuba (1962), entre otros, viene a representar el accionar de esa entidad en la política internacional, hecho que le fue permitido desde 1929, cuando al emerger por los Acuerdos de Letrán el nuevo Papado (o el Vaticano) como estado independiente, le permitió rápidamente ser una potencia diplomática.

Lo fue siempre, pues dotado de hábiles diplomáticos, negociadores e internacionalistas, el Vaticano tienen ante sí casi tantos embajadores acreditados como lo tienen EE. UU., Francia, Alemania, etc. En derecho internacional, el Vaticano es, indiscutiblemente, una potencia mundial.

Con Pablo VI (1963-1978) y los documentos de Puebla y Medellín, la Iglesia se centró en los problemas de la injusticia social en Latinoamérica, donde viven casi la mitad de los creyentes. No es menos válida su posición ante los gobiernos que violan los derechos humanos (y también los políticos).

La Iglesia no estuvo ajena a los trajines de la caída del mundo comunista (no del marxismo). Tampoco de sostener con énfasis su oposición a la sociedad consumista, defender el derecho a la vida, la bioética, la ecología y, por qué no, el derecho a la reanudación de las relaciones cubano-norteamericanas, que de no haber un sentido de exclusión hubiera sido otorgado a Juan Pablo II el Premio Nobel de la Paz, por su fructífera mediación en 1979, entre Chile y Argentina y en 1982, entre Argentina y Gran Bretaña.

Con el actual papa, Francisco, jesuita de formación intelectual y franciscanista en la práctica y vocación volcada al servicio social y la interpretación del alma y necesidades del pueblo, la Santa Sede se ha munido de un nombre hábil, claro y universal. Sí cabe decirlo, la Iglesia Católica en estos 50 años ha caminado en el compromiso humano de todos (creyentes o no), y en una revolución drástica de la curia, que de ser solo romana ahora es internacional.

La Iglesia Católica paraguaya

No menos cambios tuvo la Iglesia Católica a nivel nacional. Hace 50 años, durante los primeros años del gobierno del Gral. Stroessner, la Iglesia tuvo inicialmente una actitud pasiva y de prudente observancia (que no fuera ya el Semanario Comunidad (1952-1968). Destacable fue el actuar de monseñor Ramón Bogarín Argaña, el obrar de fray Josu Arketa, en su programa tan valioso y movilizador como lo fue De corazón a corazón.

Al asumir monseñor Ismael Rolón el Arzobispado de Asunción, título principal de la jerarquía católica, la entidad se fue volviendo crítica (se excluyó de asistir al Consejo de Estado). La Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) emitió declaraciones muy valiosas en 1979 sobre el camino a la moral nacional. Por causas provenientes del Derecho Canónico de la Iglesia, llegó a excomulgar (privación de sacramentos) a connotados violadores de los derechos humanos y políticos en el Paraguay, y a apartar de la celebración de la principal fiesta religiosa y popular en honor a la Virgen de Caacupé (8 de diciembre) del carácter de la escenificación favorable del gobierno ya citado.

El conflicto por el surgimiento de las Ligas Agrarias, la presencia y clausura de medios de comunicación fueron algunas de las causas de desgaste del duro gobierno imperante.
Se conoce poco el accionar de los católicos comprometidos, como por ejemplo el caso del profesor Luis A. Resck, personalidad difícil de substituir; de la obra del padre Aldo Trento, de la Sra. Sara Servián, de radio Cáritas. Pero la Iglesia Católica paraguaya debería formar a líderes e intelectuales católicos que tengan predicamento y sean valorados por nuestra sociedad.

Hace pocos años, el actual arzobispo de Asunción, monseñor Edmundo Valenzuela, publicó una valiosa obra: La cultura de la paz. Monseñor Claudio Giménez debería compilar sus valiosas homilías pronunciadas en Caacupé, pero sobre todo, muy importantes escritores católicos como Emilio Fracchia, deberían publicar en ediciones económicas el contenido de sus ideas y pensamientos. Sí creo que el hecho de leer, analizar y ser testigos tiene un valor formativo para todos, pero la Iglesia Católica nacional, si bien lentamente, también avanza en su signo de transformación interna.

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