19 abr. 2024

Lugo, “geniolito”

Enrique Vargas Peña

Geniol era un analgésico de venta libre que fabricaba a nivel mundial el laboratorio británico que ahora se llama GlaxoSmithKline y que durante los años sesenta y setenta fue el más popular en nuestro país.

La mayoría de los actuales electores paraguayos nunca usó Geniol y no presenció, ni registra, la tragedia a la que ese analgésico quedó asociado: La invención, por parte del Gral. Alfredo Stroessner, de un enemigo ficticio cuya tarea real era prestarle legitimidad internacional y fachada democrática a su dictadura.

Hay un libro actual que aborda someramente el tema, La travesía liberal del desierto, de Alfredo Boccia, para los que quieran enterarse de enemigos inventados, de opositores supuestos, de beneficiarios soterrados de la dictadura.

Los partidos Liberal, presidido por Carlos Levi Ruffinelli, y Liberal Radical, presidido por Domingo Laíno, acordaron a finales de 1976 unirse para rechazar una reforma de la Constitución que habilitaría la reelección indefinida de Stroessner.

Sin embargo, en ambos partidos Stroessner encontró colaboradores que días antes de las convenciones simultáneas y luego conjunta de liberales y liberales radicales, fijadas para el 23 de enero de 1977, dividieron ambas agrupaciones y fueron beneficiadas, por un Poder Judicial totalmente sometido, con la apropiación de la personería jurídica de ambos partidos.

Los colaboradores de Stroessner en ambos partidos fueron denominados “geniolitos” por ser médicos de profesión algunas de sus más representativas figuras. Ellos fueron los que ayudaron a Stroessner a mantener la fachada democrática que encubría su dictadura, le ayudaron a decir que en Paraguay había oposición y libertad cuando la realidad era que los verdaderos opositores sufrían persecución y todas las libertades estaban restringidas.

Para mantener la impostura, la fachada, los “geniolitos” ciertamente criticaban a Stroessner en comunicados, declaraciones o reuniones que luego se exponían como otras tantas “pruebas” de que en nuestro país había democracia. Era una antinomia falsa, fabricada desde el poder. Esa crítica era parte fundamental del trabajo de los “geniolitos”, era la manera en que se ganaban la vida.

Lo anterior parece salido de 1984, la célebre novela de George Orwell en la que el régimen del IngSoc mantiene un enemigo inventado, Emmanuel Goldstein, creado para legitimar la regimentación de la sociedad.

Pero no es novela. Lastimosamente es historia paraguaya real, de carne y hueso. Muchos de sus protagonistas y víctimas viven todavía. Esa mayoría de electores que nunca consumió Geniol debería estudiarla para entender lo que ocurre hoy con el presidente golpista del Congreso, Fernando Lugo, y su Frente Guasu.

Lugo y el Frente Guasu justifican, y encubren, su papel de colaboradores de Cartes con la excusa ideológica de exacerbar las contradicciones de lo que denominan la burguesía capitalista hasta que las mismas produzcan supuestamente su caída.

A cambio de esa hipótesis ideológica Lugo prestará a Cartes la legitimidad internacional que Horacio requiere mientras apresa a opositores o los obliga al exilio. Es un calco del papel que Stroessner dio a los “geniolitos": Cartes también nos quiere vender una antinomia falsa, fabricada desde el poder. El apoyo de Lugo a Cartes se disimula con rimbombante retórica mutuamente crítica.

Y como Stroessner a dichos “geniolitos”, Cartes prestará a Lugo el apoyo económico que necesita para lograr dar soquetes parlamentarios a algunos de sus amigos en las elecciones de 2018.

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