20 abr. 2024

Los paleontólogos ya no necesitan fósiles para analizar el ADN

Hasta ahora, el principal problema de los paleontólogos era la escasez de fósiles, una herramienta básica para encajar las piezas del puzzle de la Evolución. Pero los fósiles ya no son esenciales porque un equipo internacional de científicos ha ideado una técnica que permite extraer ADN de los sedimentos.

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Los paleontólogos ya no necesitan fósiles para analizar el ADN. Foto: eldiario.es.

EFE


El nuevo método, que revolucionará el panorama arqueológico, permite extraer los restos de ADN que se conservan en los sedimentos de los yacimientos arqueológicos, según detalla la revista Science.

La técnica dará un vuelco al trabajo de los paleontólogos porque “lo normal es que los yacimientos carezcan de restos óseos para analizar y las muestras que existen y que ya están catalogadas”.

“Las muestras neandertales, por ejemplo, son las mismas desde hace una década. Todo eso limitaba nuestro trabajo cada vez más”, explicó el paleogenetista del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), Carles Lalueza-Fox.

Además, la técnica que es “barata y prácticamente inagotable, nos dará la oportunidad de volver a analizar yacimientos donde no hay restos fósiles y ver cosas que hasta ahora eran invisibles para nosotros como la diversidad de una cueva y determinar qué humanos ocuparon un lugar a lo largo de miles de años, analizando cada nivel y cada estrato del yacimiento”, destaca.

Es más, “extrapolada a tiempos más recientes, la técnica ofrece un sinfín de posibilidades. Podremos volver a cualquier periodo en el que haya habido distintas fases de ocupación de un lugar, a lo mejor por parte de distintas culturas, y podremos investigar cómo eran genéticamente esos individuos en cada nivel de ocupación”.

E incluso “saber cómo un grupo se convierte en otro genéticamente diferente al cabo de miles de años”, explica el genetista.

Para probar su técnica, los investigadores han estudiado los sedimentos de ocho yacimientos arqueológicos europeos que cuenta con numerosos restos de neandertal.

“Aplicando las tecnologías de secuenciación masiva del genoma a las muestras de sedimento de estos yacimientos, hemos recuperado ADN de homínidos y megafauna”, probablemente procedentes de defecaciones, sangre o restos descompuestos, detalla Lalueza-Fox.

En el estudio se analizaron 85 muestras de sedimento. Las más antiguas de 550.000 años y las más nuevas de 14.000 años pero todas ellas del Pleistoceno.

Una de las conclusiones paleontológicas más relevantes del estudio se encontró en la cueva de Denísova (Siberia), donde ya se había documentado previamente la presencia de dos tipos de homininos: neandertales y denisovanos.

El análisis de las muestras de suelo, sin embargo, ha permitido determinar que ambos grupos alternaron el uso de la cueva de Denísova.

“Están intercalados en estratos diferentes: en el nivel más antiguo hay denisovanos, después encontramos restos neandertales, después denisovanos, después neandertales otra vez y, por último, denisovanos”, aclara Lalueza-Fox.

Queda demostrado, por tanto, que la técnica “permite atribuir un determinado nivel estratigráfico, o una ocupación o un yacimiento a un grupo de homininos determinado”, subraya.

La técnica será muy útil, especialmente en los yacimientos del este de Europa sin fósiles, ya que los neandertales y los denisovanos compartieron la misma industria lítica y la ausencia de ADN para analizar hacía imposible determinar qué grupo había ocupado un yacimiento en concreto.

En el resto de yacimientos del estudio, salvo en El Sidrón, se han encontrado restos de mamíferos, “algunos de ellos ya extinguidos” como el mamut o el rinoceronte lanudo de Eurasia, desaparecidos hace 4.000 y 30.000 años, respectivamente.

El trabajo, que es una “prueba de concepto” (la demostración de una nueva técnica), multiplicará las posibilidades de los arqueólogos y genetistas que descubrirán que el suelo “está plagado de secuencias de ADN de organismos que ocuparon el terreno”, destaca el paleoantropólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas de España y coautor del trabajo, Antonio Rosas.

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