19 mar. 2024

Los 4 años de Cartes

Alberto Acosta Garbarino, presidente de Dende.

Esta semana se cumplieron cuatro años de la presidencia de Horacio Cartes y como siempre es un momento propicio para hacer una evaluación de lo realizado en estos años.

A pesar de que el eslogan de campaña utilizado por Cartes fue “el nuevo rumbo” y a pesar de que el candidato del cartismo, Santiago Peña, habla de que existe un “modelo” que él desea continuar, la estrategia o el modelo seguido en estos cuatro años, en muchos aspectos, es el mismo utilizado desde el 2003 en adelante.

Este “modelo” es de fortalecimiento del equilibrio macroeconómico y de mejoría en la gestión de algunas áreas, pero sin realizar las reformas estructurales indispensables para cambiar un Estado absolutamente ineficiente, plagado de clientelismo y de corrupción.

Para que exista un cambio de “modelo” deben realizarse reformas estructurales profundas, como por ejemplo:

La reforma del Poder Judicial, vital para ofrecer seguridad jurídica y estimular la inversión nacional o extranjera. La reforma de la Administración Central, necesaria para reducir los gastos corrientes y volverla más eficiente. La reforma del sistema jubilatorio, esencial para unificarlo y poder canalizar sus recursos de largo plazo hacia el desarrollo. La reforma educativa, fundamental para preparar a las futuras generaciones para el siglo XXI y para reducir la enorme desigualdad social. La reforma del sistema de salud, imperiosa para mejorar la salud de la población y ofrecer un trato digno a sus usuarios. La reforma de las empresas públicas, insustituible para definir las que deben ser privatizadas y las que deben sufrir cambios regulatorios profundos para hacerlas más eficientes.

Sin estas reformas estructurales no habrá crecimiento económico ni reducción de la pobreza y el Estado solamente podrá realizar inversiones con endeudamiento externo... hasta que –más rápido o más tarde– no podamos pagar la deuda.

Sin estas reformas estructurales la única opción que nos queda es mejorar la gestión con lo que existe, que aunque importante, solo significa tener un mejor chofer para un auto que tiene problemas de funcionamiento.

De alguna manera esto fue lo que hizo el gobierno de Cartes, y en esa tarea tuvo algunos logros importantes.

Primero, fue la aprobación de la Ley de Responsabilidad Fiscal, que nos asegura –mientras se cumpla– el equilibrio macroeconómico. Segundo, fue la aprobación de la Ley de Transparencia y de Acceso a la Información Pública, que trajo un aire fresco al país y que permitió conocer grandes escándalos de corrupción. Tercero, fue el aceleramiento en la construcción de infraestructura vial y en viviendas populares. Cuarto, fue el enorme esfuerzo realizado para promover el Paraguay en el exterior. Quinto, fue el Becal (Becas Carlos Antonio López), el programa nacional de becas para posgrados en el exterior.

Lamentablemente, todos estos logros y la mejor gestión realizada en varias áreas no se reflejaron en un mayor crecimiento económico ni en la reducción de la pobreza.

El entorno internacional desfavorable, con caídas en los precios de la soja y con un Brasil en profunda recesión, hizo que el crecimiento económico promedio que fue de 5,3% en la era Lugo-Franco, se redujera al 3,9% en la era Cartes y que la pobreza que había caído en forma importante del 43% al 28% en la era Lugo-Franco, se mantuviera estable en el 28% en la era Cartes.

Estos cuatro años de gestión de Cartes nos han demostrado claramente que el Paraguay para crecer sigue dependiendo de la buena lluvia, de los buenos precios de la soja y de un Brasil en crecimiento.

La única manera de reducir la dependencia de estos factores es realizando reformas estructurales profundas que signifiquen un verdadero “cambio de rumbo” y que son indispensables para que el Paraguay pueda avanzar con rapidez hacia el desarrollo.

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