12 may. 2024

Las agujas sirias que cosen vestidos de novia en Egipto

El Cairo, 22 nov (EFE).- Emad Qabani pone las últimas lentejuelas a un vestido de novia en un apartamento en El Cairo, donde expone el resto de sus trajes. Huyó de la guerra en su Siria natal en 2012 para llegar a Egipto, donde nunca pensó que, cuatro años después, ofrecería vestidos de boda cien por cien sirios.

Mohamad al Tarsha, diseñador sirio y dueño de una tienda de vestidos de boda en la avenida de Abas al Aqad, en el barrio de Ciudad Náser, al noreste de la capital egipcia. EFE

Mohamad al Tarsha, diseñador sirio y dueño de una tienda de vestidos de boda en la avenida de Abas al Aqad, en el barrio de Ciudad Náser, al noreste de la capital egipcia. EFE

Con 33 años, Emad continúa la labor de sus abuelos y bisabuelos en la fábrica que está detrás de su apartamento en la avenida comercial de Abas al Aqad, en el barrio residencial de Ciudad Náser, en el noreste de la capital egipcia.

El joven recuerda aquellos días “seguros” en los que tejía vestidos de novia en su ciudad, Alepo (norte de Siria), en una fábrica que hoy está “reducida a escombros” debido a los bombardeos.

“Ahora también creamos la pieza de arriba a abajo, fabricada en Egipto con manos sirias”, destaca Emad con un acento que mezcla el dialecto árabe egipcio y el sirio.

En una sociedad diversa como la egipcia, donde convive una mayoría musulmana con una minoría cristiana, Emad ofrece un amplio abanico de opciones a las novias locales: velos, vestidos largos, de cóctel, de tirantes, con manga larga y muchos más.

“No tengo ningún problema (...) Egipto es muy semejante a Siria, especialmente en la naturalidad de sus pueblos”, añade Emad, que precisa que esta es la razón por la que decidió huir a este país árabe, que tiene una historia en común con su tierra natal.

El precio de sus vestidos oscila entre las 3.000 y las 30.000 libras egipcias (189 y 1.887 dólares), aunque también los ofrece en alquiler por entre 1.000 y 2.000 libras (63 y 126 dólares).

En otra tienda vecina de esta avenida conocida por sus comercios de vestidos de novia, una joven egipcia de nombre Samar compra su traje para la fiesta de compromiso que celebrará la semana que viene.

“Sabía que aquí encontraría lo que buscaba”, dice a Efe mientras paga a Mohamed al Tarsha, diseñador y dueño de la tienda, también sirio.

Originario de la zona de Guta Oriental, en las afueras de Damasco, este joven de 27 años viajó a Egipto con sus dos hermanos, también diseñadores, hace cuatro años, después de que su padre muriera por disparos de agentes de seguridad sirios.

Al Tarsha explica que, pese a estar reconocido como refugiado por la ONU, no le gusta esa palabra.

“Nosotros trabajamos aquí y no recibimos ayuda de nadie”, señala el joven, que añade que la mayoría de los sirios que hay en Egipto, que según los datos de la ONU son al menos 117.000 personas, trabajan y tienen sus propios negocios.

No muy lejos de la tienda de Mohamed, en el mismo barrio, está la fábrica de su familia, que ocupa tres pisos.

En el primero, casi una treintena de tejedores sirios, la mayoría jóvenes y adolescentes, confeccionan vestidos de boda mientras por los altavoces del taller se escuchan canciones sirias.

Estos jóvenes tejen al menos cien vestidos al día, que luego Mohamed vende en su tienda u otros establecimientos.

Según el joven, Egipto y otros países árabes siempre importaban estos productos manufacturados de Siria, antes de que el sonido de las bombas sustituyera al de las máquinas de coser.

Entonces, las ciudades de Alepo y Damasco eran conocidas por albergar a muchos de los diseñadores de trajes de novia.

“Hemos trasladado nuestras fábricas a Egipto. Primero trabajamos sin mucha carga, pero cuando nos dimos cuenta de que la situación (de conflicto) en Siria duraría mucho tiempo, empezamos a trabajar seriamente”, concluye Mohamed.

Azza Guergues

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