En pocos días más asumirán nuevos y reelectos intendentes, por un periodo de 5 años. Entre los primeros es probable que existan algunos que vienen con intenciones de administrar honestamente los recursos de los contribuyentes. Seguramente habrá unos cuantos que hasta creen que contarán con el respaldo de oficialistas y opositores, porque ingenuamente estarán pensando que todos antepondrán los intereses ciudadanos a cualquier otro.
Es más, hasta podría haber alguno que espera convertirse en uno de los pocos jefes comunales respetados por propios y extraños, porque no está dispuesto a tolerar que sigan amañándose licitaciones, cobrando tasas por servicios que no prestan, o que sus funcionarios extorsionen a los ciudadanos, realizando simulacros de fiscalizaciones y controles o montando barreras con fines exclusivos de coimear antes que ordenar el tráfico automovilístico.
Seamos optimistas y pensemos que hay personas, aunque contadas con los dedos de las manos, que conservan ciertos ideales y valores y que están blindadas moralmente, por lo que podría esperarse que harán la diferencia.
Lastimosamente, la realidad es muy distinta. Aunque a la gran mayoría de los intendentes electos les asista el beneficio de la duda, lo más probable es que a la par de que están analizando cuáles serán sus prioridades en los primeros cien días, también están viendo cuáles son las posibilidades de negocios y de racaudación. No en función de generar mayores ingresos para beneficio de la Comuna y de las obras y mejoras que todos los municipios precisan en mayor o menor medida.
También estarán calibrando la correlación de fuerza que tendrán en el legislativo y qué porcentaje de los negocios podrán negociar con cada uno de ellos. En las municipalidades con funcionarios sindicalizados, el intendente también debe tener claro cuánto es el precio de la paz.
Es decir, cuánto cuesta ganarse a los dirigentes para evitar que estos le cuestionen los nombramientos de operadores políticos, que en cumplimiento del sistema clientelar que sigue vigente, seguro que harán tarde o temprano.
Los que fueron reelectos ya manejan esto al dedillo. Quizá solo precisan perfeccionar ciertos mecanismos y darle cierto ropaje de transparencia y legalidad. Los nuevos se encontrarán con cientos de sistemas y subsistemas de corrupción ante los cuales, más temprano que tarde, se resignarán a hacer la vista gorda para que todos, utilizando la función municipal, hagan sus “extras”.
Entretanto, el ciudadano seguirá pagando por servicios que no existen o son deficientes y caerá continuamente en las extorsiones que desde el funcionario de menor rango hasta el intendente le plantearán como la mejor solución.