19 mar. 2024

Jóvenes emprendedores se arriesgan y hoy recogen los frutos de su esfuerzo

Emprendedores, esa es la palabra que define a Thaly Mora (24) y a Carlos Guasti (31), dos jóvenes que apostaron a sus propios proyectos. Ella creó una oficina de coworking y él, un edificio pet friendly.

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Thaly Mora y Carlos Guasti, dos jóvenes emprendedores que se forjan como ejemplo para miles. Foto: Fernando Franceschelli.

Texto: Kiara Coronel @KiaraCoronel y Saira Baruja @sairabaruja

Fotos: Fernando Franceschelli

Video: Marthías Melgarejo Salum.

Diseño y edición: Ylda Rodríguez y Mauro Collante.

Cuando Thaly Mora y Carlos Guasti comenzaron su camino como emprendedores decidieron convertirse en dueños de sus negocios y fuentes de empleo para quienes se encuentran en la búsqueda de nuevas oportunidades de progreso.

OFICINAS COMPARTIDAS

Ella tiene 24 años. Inició su vida comercial a los 16. En ese entonces su meta era ingresar a la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y para lograrlo tuvo que vender sándwiches en el Colegio Nacional de Comercio Nº 1. Con eso costeó el cursillo y el examen. Sus padres se desvivían por ella, pero no podían acompañarla económicamente en ese momento.

“Vendía más de 10 sándwiches por día. Junté el dinero y así fue como ingresé a la Facultad de Filosofía, donde estudié Ciencias de la Comunicación. El negocio fue rentable y también pude pagar mis clases de inglés con ese dinero”, contó Thaly.

Durante cinco años trabajó en agencias como publicista. Era una “cómoda asalariada” hasta que decidió dejar de trabajar por los sueños de otros y se dedicó a invertir tiempo en conquistar los propios.

“Cada fin de mes me ponía a pensar en lo mucho que trabajaba; aunque ganaba bien, no era suficiente. Sabía que podía más, estaba segura de que podía ser la dueña de mi propio negocio”, recordó.

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En ese momento su historia empresarial cobró vida. Ahorró, planeó y, pese a los miedos, hoy es dueña de El Clan Work Club, un espacio de oficinas compartidas donde también funciona Kumanda, su empresa de publicidad. Desde que dio el salto pasó un año y todo va sobre ruedas.

“Me puse en la piel de aquellos que trabajan de manera independiente o que tal vez están emprendiendo y no tienen un espacio donde trabajar”, explicó.

Expectativa superada. “Veo mis logros mucho más lejos de lo que me había imaginado y siento que superé mis propias expectativas. Quiero cambiar la realidad de la educación; es decir, la de muchos por medio de mis emprendimientos”, afirmó.

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AMIGO DE LAS MASCOTAS

Carlos, de 31 años, quiso innovar en el rubro de la construcción, darle un enfoque social, donde más allá de un rédito económico, el objetivo era brindar un espacio a todos los integrantes de una familia.

Así nacieron los edificios Life, un establecimiento pet friendly o, en español, amigable con las mascotas. Es el primero y único en Paraguay que tiene como exigencia tener una mascota para vivir en el lugar.

El proyecto está en su primera fase y seguirá con la habilitación de más edificaciones en otros barrios de Asunción.

Pero para llegar a esto, Guasti no podía permitirse la improvisación. Si bien no tenía miedo, el capital invertido era importante. Eso sumado a la carga de responsabilidad con las personas que le dieron el voto de confianza para empezar.

“Mi mayor formación fue la de haber viajado tanto. Desde chico hice viajes a bajo presupuesto, como mochilero. Mi primer viaje lo hice antes de los 18 años”, recordó.

Esto le enseñó a optimizar recursos, correr riesgos, relacionarse con muchas personas en todo el globo y a adquirir dinamismo.

También le abrió la mente a ideas globalizadas, conceptos que en nuestro país no se aplicaban y que hoy son realidad gracias a que alguien se animó a ejecutar acciones concretas.

“Ver distintas culturas y relacionarte con personas de todo tipo abre la mente. Ayuda a conocer hacia dónde va el pensamiento colectivo. Esa fue mi mayor universidad, perderle miedo al día siguiente”, expresó.

Experiencia versus locura. El camino al éxito, o al menos el proceso feliz para alcanzar las metas, tiene desafíos grandes, y en ocasiones las personas pueden ser un obstáculo o simplemente un escalón más, depende de cómo se lo tome.

En este trayecto, este joven empresario se topó con otros profesionales con hasta 30 años de experiencia en el rubro, con los que confirmó que tuvo diferencias de pensamiento. Las calificó como quienes piensan que lo saben todo, pero que olvidan que el mercado debe estar abierto a nuevas ideas y en constante evolución, con la aplicación también de nuevas técnicas.

Mirar al futuro. Alentó a los jóvenes a que no bajen los brazos. Les recordó que los inicios siempre son difíciles, porque solo el 1% de las puertas que tocas se abren, pero que, una vez que el emprendimiento está en marcha, el crecimiento no para si se trabaja con esmero y dedicación, siempre apuntando a la evolución constante.

“Marcar la diferencia con un producto totalmente distinto”, recalcó.

Un boom en paraguay. “En Paraguay hay un boom de emprendedurismo, porque los jóvenes se están dando cuenta de que se puede tener una vida más satisfactoria teniendo una meta”, celebró Martín Burt, director ejecutivo de la Fundación Paraguaya. Esta entidad se encarga de potenciar y acompañar el trabajo de emprendedores de diferentes rubros.

Para el director, además de los conocimientos básicos, es necesario que los jóvenes entiendan que hay un mercado para todo lo que se puedan imaginar. “Hay una época en la vida de ser empleado y otra para lanzarse y hacer una iniciativa”, finalizó.

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Una población prometedora y joven

El 56% de la población está compuesta por personas menores de 30 años, según los datos revelados en el 2016 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

“El emprendedor es ese que ve lo que realinea los recursos existentes para crear algo nuevo e incluso desplaza lo que ya se conocía”, Martín Burt, de Fundación Paraguaya.

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