Por Susana Oviedo
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¿Dónde está?, se preguntó hace unos meses la embajadora Leslie A. Bassett cuando en el proceso por reunir toda la información sobre el predio donde funciona la Embajada de los Estados Unidos se enteraron que había enterrada una cápsula del tiempo, según indicaba el programa de un acto celebrado 60 años atrás para marcar el inicio de la construcción del edificio diplomático. Es decir, un recipiente resistente al tiempo en el que se guardan objetos e información de un determinado día para que la descubran en el futuro.
En la fría mañana del sábado 18 de agosto de 1956, a juzgar por la vestimenta de los presentes, ese lugar ubicado en la esquina de Mariscal López y Kubitschek fue escenario de una ceremonia transmitida en directo por Radio Nacional del Paraguay, porque contó con la presencia del entonces presidente de la República, general Alfredo Stroessner, que llevaba dos años en el gobierno.
Vestido de gala militar, Stroessner y el entonces embajador de los Estados Unidos, contraalmirante Arthur A. Ageton, cubrieron con mezcla un cilindro de bronce de 10 cm de diámetro y 90 cm de longitud, con ambos extremos enroscados y sellados, depositado en el suelo, en una especie de urna en medio de un piso de ladrillos.
En él quedaba “un mensaje para las generaciones venideras”, según el programa de aquel acto que menciona “una caja sellada”, no un cilindro. Este detalle, más el hecho de que no se dejó señal alguna sobre el sitio en que fue sepultada la denominada cápsula del tiempo, generó todo un desafío investigativo en la sede diplomática, cuando la propia embajadora preguntó sobre la ubicación de este objeto. En la Embajada comenzó la búsqueda de pistas que pudieran dar con ese sitio. La propia diplomática se involucró hasta que el 15 de setiembre último, después de recurrir a la tecnología y establecer un área de exploración, hallaron el lugar donde Stroessner y el embajador Ageton lo dejaron en 1956. Estaba en el patio de la residencia de la embajadora, a más de un metro y medio abajo de la actual superficie, producto de un proceso de rellenado.
Su descubrimiento es como un milagro, según la embajadora. “Nadie sabía al respecto, ni los antiguos jardineros, ni el personal encargado del mantenimiento. No había una placa que indicara sobre el tema, tampoco estaba indicado en los planos originales de la Embajada. Todos los que conocen bien el predio y lo cuidan no sabían nada de la cápsula”, explica la embajadora.
Así que debieron recurrir a la memoria de todos los ex trabajadores de la Embajada que ya se jubilaron. También al ex canciller nacional Luis María Ramírez Boettner, quien recuerda el evento de 60 años atrás, pero no el detalle del cilindro enterrado.
A Bassett se le ocurrió averiguar en su país con los descendientes del embajador Ageton y dio con el dato de que todos los papeles de este forman parte de una colección del archivo de la Universidad de Boston. Están en The Howard Gotlieb Archival Research Center, de la mencionada universidad. Todos los documentos están vinculados a la gestión que desarrolló Ageton como embajador en Paraguay.
Bassett contactó con la institución para pedir alguna información que haya registrado aquel día de agosto de 1956 en Asunción.
Le enviaron el texto del discurso que leyó entonces el embajador Ageton y fotos que permitieron determinar a escala el posible espacio donde quedó enterrada la cápsula del tiempo. Con estos documentos se encendió el entusiasmo de la búsqueda que concluyó exitosamente la semana pasada. Esta costumbre de sepultar una caja u otro recipiente que resista el paso del tiempo y que contenga elementos de la cotidianidad a la espera de que sea descubierto en el futuro era común en los Estados Unidos. Sin embargo, lo dice la embajadora, en sus 35 años en servicio nunca le tocó una experiencia como esta: encontrar una cápsula del tiempo, pese a que le ha tocado trabajar en diez embajadas.
Los tres diarios de la época, una tarjeta personal del nuncio apostólico de entonces, Luis Púnzolo, dos billetes: un dólar americano y cien guaraníes, el programa de visita a Asunción del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses en el Caribe, Willian J. Harrison, y los planos del edificio que comenzaría a construirse constituyen el contenido de la cápsula del tiempo hallada y desenterrada.
EDIFICIO NUEVO. Si no hubiera surgido la necesidad de recabar toda la información sobre el predio de la Embajada, con el fin de ponerla a la vista en el nuevo edificio que construirá Estados Unidos para su sede diplomática, no se habrían enterado de la existencia de una cápsula del tiempo. La embajadora anunció que en pocos meses más comenzarán las obras de un edificio en altura “mucho más amplio, y más sensible al medioambiente”. La construcción seguirá las pautas del sistema de certificación de construcciones sustentables LEED.
Leslie Bassett dice que también colocarán una cápsula del tiempo, aunque esta vez se asegurarán de que su ubicación figure en los planos.