19 abr. 2024

¡Guau, qué buena terapia!

Hay perros que, más allá de ser compañeros o guardianes del hogar, pueden llegar a cumplir roles muy importantes para los seres humanos. Adecuadamente entrenados, pueden convertirse en enfermeros, guías, terapeutas o rescatistas, entre otras misiones donde su principal objetivo es ayudar a las personas.

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Revista Vida

Por Gabriela Fariña / Fotos: Javier Valdez

El amor incondicional, la compañía y la ternura pueden ser la medicina más poderosa, aunque pocas veces esto se recibe de un prójimo. En ese sentido, los canes tienen muchas lecciones que brindar a los seres humanos. Compartir con estos animales puede resultar una experiencia sanadora. Sus efectos calmantes y tranquilizadores suponen un avance significativo en materia de terapia alternativa.
Con justa razón, el perro desde siempre ha sido reconocido como el mejor amigo del hombre. Además de gran cuidador, también puede ser un excelente enfermero. Esto ocurre en la zooterapia, en que el contacto y la interrelación social con los animales son aprovechados para mejorar la calidad de vida de las personas en general.
¿En qué consiste la terapia asistida por animales? “Es una intervención directa, en la que se plantean actividades con mascotas para complementar el tratamiento médico del paciente, ya sea niño o adulto. Para que sea considerada como tal, todo el proceso debe ser orientado por profesionales de la salud”, expone Mariana Rodrigues, clínica veterinaria.
Según los especialistas, este alentador modelo tiene su riqueza en la empatía que se produce entre el perro y el humano. Este terapeuta canino demuestra amor en estado puro, atiende a los pacientes sin preconceptos ni discriminaciones y sigue los comandos sin esperar nada a cambio.
Dentro de la caninoterapia, se contempla la actividad asistida con animales. “Esta modalidad propone encuentros ocasionales más bien. Cada sesión está diseñada, por lo general, de manera grupal, con el fin de propiciar beneficios sociales, emocionales, cognitivos y recreativos, valiéndose del perro como herramienta de terapia”, aclara el adiestrador profesional Alejandro Sevilla.
Se debe tener en consideración que no todo animal es apto para este cometido. En el proceso de selección y evaluación veterinaria, se prioriza el carácter por encima de la raza. El labrador y el golden retriever son los preferidos para esta misión, ya que son calmados, dóciles y muy inteligentes. Desde temprana edad, los perros de servicio son preparados de forma especial para auxiliar en el tratamiento de las diversas patologías físicas y psíquicas del ser humano.
En adición, su entrenamiento es muy exigente, así como su limpieza y cuidado. Un perro de servicio puede llegar a realizar tareas muy complejas. “Acordemos que el animal no es un remedio, más bien es como una medicina alternativa, pero sin el terapeuta nada de esto es posible. Los adiestradores nos encargamos tan solo de perfeccionar esa maquinaria”, remarca el especialista en comportamiento canino.
En todos los casos, los animales no tienen una varita mágica para hacer que los problemas desaparezcan de una vez, según lo advierte la psicóloga clínica Patricia Ruiz Díaz: “Los perros tienen muchas virtudes, entre ellas, son una importante vía para conseguir resultados cuando otros métodos se tornan complicados. Como en todo, va a depender de la voluntad de quien sigue las sesiones para que el tratamiento haga su efecto”. El mero hecho de abrazar a un perro puede modificar la realidad de una persona. De todas las terapias, quizás esta sea la más enternecedora.
Desafortunadamente, en Paraguay no abundan los profesionales en este rubro y son pocas las instituciones que se dedican a la especialización. Solo algunos proyectos de terapia asistida y otras actividades de rehabilitación constituyen el espectro registrado en la actualidad. El adiestrador concluye que “una caricia del perro puede ser reconfortante para quienes se encuentran en hospitales, hogares de niños y casas de ancianos”.
Una amistad terapéutica

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Revista Vida

Con certeza, muchas personas recuerdan con aprecio al perro que formó parte de su infancia, tal vez una mascota o quizás el simpático canino con el que jugaban junto con los amigos. La vida en común puede ser maravillosa por las incontables horas de travesuras.

Una mañana inusualmente fresca, conocimos la casa del pequeño Maximiliano Alessandro Ozuna Herrera (3), un lugar donde verdaderamente se siente el calor de hogar. Sus padres, Basilia Herrera y Marcelo Ozuna, no sabían que el niño tenía síndrome de Down hasta el momento de su nacimiento. “Los médicos indicaron que es como un refilón del SD, es decir, se le manifiesta en un grado muy leve”, explica la madre. Ese fue el comienzo de un mundo nuevo para ellos.
Pocos meses después empezaron con los ejercicios de estimulación temprana. Maximiliano es un niño esencialmente amoroso, amable, divertido y muy responsable con sus tareas. Asiste a la sala de clases regular en el kindergarten María Montessori, junto con sus pares sin discapacidad. Como todo hermano mayor, se hace cargo de su hermana Victoria: “A la salida siempre la espera para regresar juntos, es muy atento”, comenta la madre orgullosa.
Basilia confiesa que en primera instancia no le entusiasmaba traer un perro a la casa, propuesta sostenida por su esposo, a quien le encantan los animales. “Finalmente, por Maxi tuve que acceder, y la verdad, no me arrepiento”. Poco antes de cumplir dos años, el niño recibió el regalo de cuatro patas que llenaría sus días de aventuras mágicas. “Otto vino para cambiar el funcionamiento de mi hijo y de la familia”, añade ella.
El perro es un labrador de personalidad afectiva y simpática. En un año de convivencia, los padres dan fe de muchos aportes en el desarrollo emocional y físico de su hijo, y consideran que Otto es el complemento de sus tratamientos. El peludo se convirtió en el entrañable compañero de Maximiliano, siempre dispuesto a pasar tiempo con él.
“Maxi es una luz para nosotros, estamos felices con todos sus logros. Motiva ver cómo mi hijo se divierte todos los días jugando con su mascota. Siento que se va formando una conexión afectiva entre ambos”, expresa el padre.
“Cuando voy al kinder, las profesoras siempre me preguntan por el famoso Otto”, sonríe la madre. Entre mimos y risas, Maxi y su perro crecen juntos. Ahora, las cosas han cambiado un poco. El perro se convirtió en un cachorro gigante para la mirada del dueño. Sin embargo, esto no es un impedimento para que el niño interactúe con su mascota. Para evitar contratiempos, el perro está tomando clases de adiestramiento.
“Por ahora tiene ciertos límites, pero sabemos que más adelante va a compartir más tiempo con nosotros. Por su sentido de cuidado, se puede decir que aprende muy rápido las reglas del hogar”, asegura el padre. La amistad entre el niño y su perro ha añadido un significado adicional.
Ojos de cuatro patas
Cada can de servicio persigue un objetivo concreto. No se puede dejar de mencionar el admirable trabajo de los perros guías, más conocidos como lazarillos. “Son los ojos de quien no ve”, sostiene al respecto el entrenador Daniel De Paula. Es un trabajo en equipo de dos pies y cuatro patas, “son como un binomio de seguridad, en el que uno sigue los pasos del otro”. Su labor de asistencia diaria requiere de una extraordinaria dedicación y singular precisión para que sus dueños se puedan sentir protegidos y autónomos.
Pero esto es un sueño lejano en Paraguay, ya que aquí no se registran casos de perros guías ni escuelas que los formen. En otros países hay centros y fundaciones que se dedican a preparar a los lazarillos. Cada can entrenado cuesta alrededor de 25.000 dólares. Para cumplir específicamente esta función, se les enseña desde cachorros y su entrenamiento se prolonga de tres a cinco años. “En nuestro país, el lazarillo se encontraría con un montón de obstáculos, como contenedores, autos mal estacionados, veredas en pésimo estado, desagües abiertos o rejillas descolocadas”, analiza el entrevistado.
Y eso no es todo: los semáforos no tienen el tono que habilita el cambio de luz y no todas las calles cuentan con franja peatonal —el lazarillo está condicionado a pasar por ellas—. Hay situaciones que el perro podrá evitar, pero otras no, que pueden poner en riesgo la vida de ambos, señala el adiestrador: “Esto no puede ni debe ser así. Para que esta realidad cambie, hay que poner primero en condiciones la ciudad”.
Listo para servir
Tarko es un perro fuera de lo común. Siempre está dispuesto a tender una pata a quien la necesite. Trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas, y además es un héroe. En su extenso currículum sobresale su labor como rescatista. Asimismo, es el primer can dedicado a la modalidad de búsqueda y señalización de restos humanos en derrumbes. Este golden retriever de dos años de edad empezó a ser adiestrado desde los dos meses por su dueño, Daniel De Paula.
Es como si hubiera dos perros. “Amén de su perfil, Tarko tiene la capacidad suficiente para demostrar que es un perro equilibrado ante cualquier situación, incluso en las más extremas”, argumenta el adiestrador, al tiempo de señalar que el rescatista es el sucesor del recientemente jubilado Jayko, un prototipo del método paraguayo de entrenamiento canino.
“Lo recibí como una donación y me siento agradecido, porque encontré al perro perfecto”, prosigue De Paula, quien es el fundador de la Unidad Canina de Búsqueda y Rescate. Su vasta experiencia lo consagra como un referente en el sector. Por 20 años perteneció al Cuerpo de Bomberos del Paraguay y exactamente hace una década se enfoca en la educación de perros. Su intensa pasión lo conduce a capacitarse constantemente. Se formó en el exterior, principalmente en Colombia, donde se especializó en un área poco explorada por nuestros lares: la zooterapia.
Daniel y el canino son compinches en la genuina búsqueda de territorios en donde puedan depositar sonrisas y caricias. Actualmente trabajan –ad honórem– como miembros de la organización no gubernamental Unidad Canina Sin Fronteras. El principal reto del dúo es llevar terapia al mundo laboral. El primer desafío fue la Municipalidad de Asunción, donde este perro superdotado no tardó en dejar su huella.
Los efectos que genera la intervención de Tarko, después de cada visita programada, por lo general son positivos, según Daniel. “La presencia de Tarko hace que las personas se desenchufen por un rato del estrés que produce la computadora o el celular. La mañana vuelve a comenzar con tan solo acariciarlo, esa es la sensación que la gente me manifiesta”, explica.
Este es un can todo terreno y tiene una agenda de actividades muy apretada. Suele destinar un espacio para las entrevistas en medios de comunicación. Son gajes del oficio, como dice el dueño. Es muy disciplinado, se alimenta a base de balanceado y disfruta mucho de sus prácticas. O al menos eso indica su cola movediza. No ladra mientras trabaja para no llamar la atención, tampoco reclama caricias. “Tarko de por sí inspira ternura, tiene un rostro amable que invita a acercarse”, señala.
Los ojos del adiestrador brillan al contar la experiencia de llevar la caninoterapia al Pabellón Amanecer, donde están las reclusas del correccional del Buen Pastor con sus hijos. Al principio, no todo fue maravilloso para ellos, ya que las internas temían que se tratara de una intervención negativa. “Para reducir la incertidumbre en el penal, Tarko fue presentado como un psicólogo más”, relata.
Sin embargo, pronto las sesiones fueron motivo de alegría para las adultas y de sorpresa para los niños; muchos de ellos tuvieron contacto con un perro por primera vez. El adiestrador comenta que este operativo está documentado paso por paso. Se trata de un programa de reinserción emocional que se suscribe en el marco de una investigación desarrollada por la psicóloga María Estela Martínez para su tesis doctoral.
En un momento dado de la conversación, De Paula hace una breve pausa, respira profundamente y continúa diciendo: “Tengo bien grabado el momento en el que una joven se acercó para abrazar profundamente a Tarko, porque hacía años no veía un perro. Fue un momento de alegría y de recuerdos. Ahí me dije, por lo menos esa satisfacción de mimarse con una mascota le vamos a dar a una persona que está privada de su libertad”.
El cariño hacia el perro aumenta y despierta expectativas: “Todos los viernes las internas están muy pendientes del encuentro con Tarko. Entre reja y reja, hasta llegar al pabellón, es recibido con mucho afecto. Me pongo a pensar en el día que llegue la última sesión: va a ser muy difícil para nosotros, porque Tarko se ganó un lugar en el corazón de esa gente”, expresa el entrenador.
Él explica que el perro llega muy agotado del trabajo: “Cuando se sube al auto camino a casa, plancha. Por lo visto, todo el estrés, la ansiedad y el estado en que está el humano, lo absorbe el animal, más en un ambiente de mucha tensión como la cárcel”. Después de una intensa jornada laboral, Tarko se transforma en un perro normal y festeja de la forma en que más le gusta: con los mimos de su dueño.

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Marcando huellas
Además de ser psicóloga, Patricia Ruiz Díaz es una apasionada de los animales. Desde su carrera siempre busca congeniar las dos cosas. Tal es así que preside la organización no gubernamental Marcando Huellas. Aunque su equipo se especialice en la protección y adopción de perros con discapacidades, en los últimos tiempos viene desarrollando un proyecto poco usual. “La idea es entrenar a los animalitos rescatados para que se conviertan en terapeutas”, menciona con mucho entusiasmo.
La experiencia de trabajar en la organización le ha servido para palpar lo difícil que es conseguir hogares para estos perros, así como coordinar y dar continuidad a la actividad, sobre todo cuando se dispone de poco dinero. Sin embargo, y gracias a la constancia de los voluntarios, se animan a pensar en un proyecto de zooterapia. El mismo estará constituido por un equipo integral capaz de responder a las necesidades de las personas. “La adopción tendrá otro plus especial”, refuerza la profesional.

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Efectos de la terapia
“Los buenos momentos ayudan a recordar. De eso se encarga el perro a través de una actividad digna de recordar”, señala el adiestrador Alejandro Sevilla, en un juego de palabras que hace referencia a los efectos que produce la terapia en las personas que padecen Alzheimer. En líneas generales, la gente mayor tiene ciertas carencias que el can entrenado ayuda a cubrir. Un animal de compañía puede ser un remedio eficaz para quienes experimentan sentimientos de soledad y aislamiento.
Una investigación realizada en el 2015 comprueba una mejoría en la interacción social de las ancianas del hogar Nuestra Señora de la Asunción, después de realizar la terapia asistida con animales. El trabajo fue emprendido por un equipo multidisciplinario de la Universidad Técnica de Comercialización y Desarrollo (UTCD). Si bien se tomó una muestra poblacional de 15 personas, todas las abuelas del asilo fueron beneficiadas directa o indirectamente con esta terapia, basada en sesiones semanales de dos horas, durante un año.
“Es un proceso lento. En las primeras visitas para explorar el campo de estudio, las abuelitas no nos dirigían la mirada. El intercambio afectivo con el perro logró romper ese temor. Entre los hallazgos clínicos se pudo comprobar que el tratamiento contribuyó a mejorar la presión arterial y el ritmo cardiaco de las participantes. Las funcionarias nos comentaron que ya no se quejaban tanto de los dolores”, relata la Dra. Mariana Rodrigues, decana de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UTCD.