En el penúltimo día del novenario de la Virgen de Caacupé, y bajo el postulado “Misericordia quiero y no sacrificios”, Gogorza reflexionó en su homilía sobre una serie de hechos de nuestra realidad.
Atacó a la corrupción al señalar que es inconcebible que la misma se haya convertido en “algo normal” y lamentó las “estructuras en los que estamos inmersos, en donde la impunidad es pan cotidiano”, subrayó.
Asimismo, Gogorza habló acerca de lo insensible que se puede llegar a ser con el sufrimiento del prójimo. “La insensibilidad ante tantos rostros sufrientes o la carencia de la salud bien atendida. Qué pena da ver en los hospitales tanta gente que espera atención, buscando remedio y no encuentran”, precisó.
Recalcó que una sociedad “suficientemente misericordiosa” no puede ser indiferente ante problemas actuales acuciantes. “No puede haber insensibilidad ante tantos rostros de extrema pobreza que viven muchas familias por falta de trabajo o medios básicos para llevar una vida digna”, aseguró Gogorza.
Sobre esta terrible realidad que viven miles de familias paraguayas y que no encuentran una respuesta apropiada de parte de las autoridades, el obispo emérito cuestionó: “Dónde están los cristianos. Dónde están aquellos quienes deben guiarnos como personas y cristianos”, se cuestionó.
Subrayó que la persona humana es centro de toda actividad, de sentimientos y de respeto de su dignidad y no objeto para nuestro bien propio. “Es importante reflexionar sobre este tema, especialmente a quienes conducen a nuestro país”, recalcó.
Insistió que nadie puede estar contento cuando “ve tanto dolor a su alrededor, cuando ve tantos sufrimiento en familias, niños y jóvenes. Que por falta de trabajo y de buscar vivir dignamente sus padres tienen que salir del país, tienen que empezar por sus propios medios el modo de realizarse en sus ideales, les es imposible llegar porque no tienen oportunidades”, destacó.
Gogorza aseguró que a través del amor y del perdón se puede articular acciones para hacer obras de caridad, corporales y espirituales. “No hay que separar obras espirituales de las corporales; si las practicamos le daremos un nuevo rostro al Paraguay, a nuestras familias y comunidades cristianas”, concluyó el obispo.