El hombre no es solamente naturaleza sino también historia, dijo Ortega y Gasset. Cambiando lo que se debe cambiar, creo que la idea vale para el espacio habitado por el hombre; por las sociedades humanas, que influyen en su entorno físico, sea para conservarlo o para destruirlo. No es por obra de la naturaleza, sino de la historia, que en el Chaco paraguayo, sesenta por ciento del territorio del país, vive aproximadamente el tres por ciento de la población. Esto lo explica Fabricio Vázquez en su libro Geografía humana del Chaco paraguayo (Asunción: Adepo, 2013), necesario para conocer esa región y el resto del país.
De acuerdo con una idea aceptada incluso en círculos académicos, el Chaco es una región despoblada a causa de lo inhóspito de su naturaleza, un infierno verde. Quitando su ocupación por grupos indígenas, a menudo no tomados en cuenta, su poblamiento se debe más a los factores históricos que a los naturales. Durante la Colonia, ese espacio no formaba parte de los intereses del Imperio español, que no trató de poblarlo en forma efectiva, una situación poco modificada con la Independencia. A partir de las leyes de venta de las tierras públicas de 1883 y 1885, el Chaco se convirtió en el dominio de los grandes latifundios del tanino, arruinados hacia 1950 por la evolución del mercado internacional.
Para entonces, ya los menonitas se habían establecido en el Chaco central, donde subsistieron como una comunidad casi aislada, siguiendo sus preceptos religiosos, respetados por el Gobierno paraguayo. Del aislamiento, los menonitas pasaron a la interacción con otro grupo de inmigrantes, los ganaderos brasileños propietarios del 60% al 80% de las estancias del Departamento de Alto Paraguay; estos llegaron en su mayoría a partir del año 2000, huyendo del presunto comunismo de Lula.
Son dos grupos reducidos, porque todo el Alto Paraguay tenía unos 12.000 habitantes hacia 2012 y los menonitas de las colonias Menno, Fernheim y Neuland eran alrededor de 15.000. Sin embargo, pese a su escaso número, se han convertido en dos actores principales en el proceso del desarrollo agrícola y ganadero regional, y mantienen una considerable autonomía frente al Gobierno de Asunción.
Con el crecimiento económico de la región, surge también el problema de la destrucción de la naturaleza, que ya había preocupado al Gobierno alemán en la década del ochenta, y que fue el motivo de que dicho Gobierno financiara proyectos de investigación y conservación ecológica. Así surgió la ONG menonita Desdelchaco, y otras más interesadas en el desarrollo sustentable; su éxito o fracaso incidirá en el futuro de la rica biodiversidad chaqueña.