Debo confesar que yo no esperaba esta actitud de defensa intransigente de la democracia por parte de Luis Almagro, ex canciller del Uruguay y actual secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
No la esperaba ni por su trayectoria, ni por su militancia en una izquierda a veces inflexible ni, sobre todo, por la posición adversa al Paraguay que había adoptado en ocasión de la destitución de Fernando Lugo. Es más, por aquel mismo hecho yo mismo, desde este espacio, había impugnado su candidatura al organismo multilateral.
Sin embargo, los pasos que fue dando ni bien asumió la Secretaría General de la OEA, mostraron el perfil de un hombre no solamente dinámico –algo que la organización precisaba perentoriamente para salir de un dilatado letargo–, sino altamente comprometido con los principios y los valores vigentes en la Carta Democrática Interamericana, suscrita en Lima, el 11 de setiembre de 2001.
Impactante fue la carta que le remitió el año pasado a la titular del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, Tibisay Lucena, poco antes de las elecciones legislativas del 6 de diciembre pasado, cuando el órgano impidió el ingreso de una Misión de la OEA para observar el proceso comicial. En ella, Almagro enumeraba una serie de irregularidades que comprometían la transparencia de los comicios.
En una OEA que, bajo el liderazgo de José Miguel Insulza, jamás se había animado a cuestionar siquiera a Chávez primero y a Maduro después, los gestos de Almagro produjeron un alto impacto en la opinión pública hemisférica.
Sin embargo, el tema no cesó allí. El 12 de enero, el titular de la OEA se dirigió al mismísimo presidente Nicolás Maduro, instándole a respetar las elecciones legislativas de diciembre y a no impedir que congresistas legítimamente electos asumieran sus cargos. “Es esencial el respeto a la soberanía que surge de la expresión popular”, advertía Almagro. Los llamados de atención le valieron duros insultos de parte de Maduro, quien llegó a calificarlo de “basura”.
En su cuenta de Twitter, el secretario general de la OEA escribía el pasado 8 del corriente: “Venezuela, pueblo golpeado por la falta de diálogo político y la falta de equilibrio entre poderes”.
¡Vaya coraje el de Almagro! Grata sorpresa que nos da a los americanos, sobre todo a quienes, como yo, desconfiábamos de sus antecedentes. Ojalá siga adelante en este esfuerzo de afianzamiento democrático, allí donde los procesos son frágiles. El continente entero le agradecerá este invaluable servicio.