¿De que le habrá servido a Marta Lafuente su perfil supuestamente técnico, si al final fue echada por los propios estudiantes (y otros agentes interesados por detrás)? Todos sus logros, que sin duda los tuvo, quedaron en la historia, como ella al tener que renunciar de esa forma tan humillante. Se la recordará por eso y no por otra cosa. Ser soberbia con los estudiantes, despectiva con la prensa, altanera con la ciudadanía no son características que los ministros técnicos tengan y de los cuales uno que sea político se salva. Acá era una cuestión de sentido común, y eso le faltó a la ex ministra.
Es muy probable que Lafuente haya sido la menos corrupta de todos los que estuvieron en la cartera educativa. Pero ¿entonces? ¿De dónde tanta inquina hacia ella? No hay dudas de que se granjeó poderosos enemigos a lo largo de su gestión. Si a eso sumamos lo que ya mencionamos acerca de sus posturas intransigentes, tenemos un caldo de cultivo que explica su abrupto final.
¿Significa entonces que el futuro encargado del MEC debe ser más político que técnico? De ninguna manera, si por político se entiende esa lacra de ladrones que por décadas desangraron al país, y de los cuales ya hemos tenido bastante en todos los ministerios, incluido Educación y Cultura. Es erróneo creer que se puede encabezar un ministerio sin tener un perfil político. Pero lo técnico no excluye necesariamente a lo político, ni viceversa. Lafuente administró lo político en todos estos años en que estuvo como funcionaria del MEC. Simplemente cometió errores en ese aspecto.
Ya se dijo hasta el hartazgo. El MEC es uno de los más complicados de administrar. La prioridad educativa está instalada, es indiscutible, y, sin embargo, el brazo del Ejecutivo encargado de ejecutar las políticas al respecto está tan partidizado y, por ende, tan corrompido en todos sus estratos. La explicación de nuestra realidad educativa se entiende en buena parte desde la inoperancia del MEC. Otros factores habrá si se lo mira sistémicamente, pero de que el MEC no ha sabido ser airoso por estar inficionado de prácticas corruptas es un secreto a voces.
Nuestra realidad educativa es posiblemente la más contradictoria de todas. Sabemos que saldremos del pozo si apostamos por la educación, pero cuando las políticas se quieren echar a andar, hay tantos palos en la rueda que uno sospecha de las verdaderas intenciones de aquellos que se llenan la boca de discursos grandilocuentes, pero que a la hora de la verdad dejan que los politiqueros hagan su trabajo.