19 jun. 2025

El sueño de ser un profesional, pese a las adversidades

Nicolás Narciso Díaz es un joven oriundo de la ciudad de Yuty, Departamento de Caazapá, quien de a poco fue perdiendo la movilidad en sus piernas, sin embargo, esta discapacidad no es obstáculo para cumplir su sueño: ser un licenciado en Trabajo Social.

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Nicolás Díaz en compañía de su familia en la ciudad de Yuty. Foto: Gentileza.

Por Mary Glezcu @maryglezcu


Nicolás Díaz vive en la compañía Yarati’i, rodeado de sus padres don Paulo Díaz y doña Leoncia Dávalos, quienes a tempranas horas se dirigen a su chacra para poder sacar adelante a sus hijos, cuatro varones y cuatro mujeres. Viven en una humilde casa en la tierra del Itakarú.

Desde mayo de 2016, el joven de 23 años, de a poco, fue quedándose sin fuerzas en ambas piernas.

“Che kangypa, areko ánimo caído, ha upéi mbeguekatúpe apyta ndaguatavei”, comentó en una entrevista con Última Hora.

Como él mismo narró, un día despertó y ya no pudo sostenerse en sus piernas, por lo que sus padres lo llevaron a consultar en el Hospital Distrital de Yuty. Allí los médicos no encontraron una causa a su discapacidad y le recomendaron ir hasta el Hospital Regional de Caazapá, donde tampoco consiguió respuestas.

Así pasaron los días y fue consultando con varios médicos, pero ninguno tenía la respuesta de lo que le estaba sucediendo. Los galenos le recomendaron viajar hasta la capital del país para ser sometido a un estudio de la columna, en un sanatorio privado, donde le podrían diagnosticar la dolencia, para luego darle un tratamiento.

Sin embargo, esto era algo imposible para él, ya que, debido a los escasos recursos de la familia, no cuentan con el dinero suficiente ni siquiera para emprender el viaje a Asunción.

Nicolás comentó que en ningún momento sintió dolor en sus piernas, solo llegó un día en que ya no pudo movilizarlas.

Luego de acabar sus estudios secundarios en 2016, en el 2017 quedó prácticamente estancado. No podía estudiar ni trabajar para ayudar a su familia. Sin embargo, un día decidió que esa incapacidad no truncaría sus sueños de seguir creciendo.

En febrero de este año se anotó en la Universidad Técnica de Comercialización y Desarrollo (UTCD), filial de Yuty, y con ayuda de su familia comenzó este desafío. “Cuando les dije a mis padres que quería estudiar en la universidad, ellos me animaron; me dijeron que el estudio es muy importante”, recordó.

“Elegí la licenciatura en Trabajo Social porque muy pocos son los que siguen acá en Yuty, y es un rubro necesario, porque los trabajadores sociales están en contacto con la gente, y yo quiero ser útil a la sociedad, a mi comunidad”, manifestó.

La vieja motocicleta y los brazos de su padre

Nicolás se encuentra actualmente en el primer semestre de la carrera. La universidad queda a unos ocho kilómetros de su vivienda, en el centro mismo de la ciudad.

Todas las mañanas se levanta, comparte el desayuno en la mesa familiar y, más tarde, en el patio de su casa, el refrescante tereré con sus hermanos. Así comienza, ansioso, sus días, ahora que tiene el sueño latente de convertirse en un trabajador social.

Más tarde, se prepara para ir a clases con ayuda de su padre, quien lo sube en brazos a bordo de una vieja motocicleta y lo traslada durante durante media hora hasta llegar la casa de estudios.

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Cuando el camino se encuentra en mal estado por las inclemencias del tiempo, el viaje tiene una duración de una hora, aproximadamente. Las clases son los días lunes y martes por las noches y los miércoles en horas de la tarde.

La vieja motocicleta en la que lo traslada su padre tiene ocho años de antigüedad, e incluso hay ocasiones en que sufre algún desperfecto mecánico en el camino de tierra, por lo que tienen que pedir ayuda a algún vecino para remolcarlos y así llegar a su universidad, para no perder un día de clases.

“A veces se descompone la motocicleta por el camino, llanta, se destruye su motor y le llamamos a otra persona para que nos auxilie”, relató entre risas.

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El primer día de clases

Al preguntarle cómo se sintió el primer día de clases, comentó que fue un día de mucha felicidad y relató aquel momento inolvidable para él.

“Che túa che rupi ha che moingue clasepe, (mi papá me alzó y me llevó a la clase), tenía mucha vergüenza de mis compañeros porque nadie me conocía. Me presenté y les conté de mi enfermedad. Me recibieron con aplausos y uno de ellos dijo: ‘Ko’aichagua jarekova’era la ñande compañerora’ (Así como él hay que tener de compañero) y me aplaudieron”, recordó entre risas.

Dijo que sus compañeros le comentaron que es la primera vez que tienen entre ellos a una persona con discapacidad y que es el primer alumno de la universidad, inclusive.

“Los profesores son muy buenos y amables”, comentó.

Al consultarle si tiene alguna novia, entre risas dijo que no porque quién iba a quererlo en la situación en la que está; sin embargo, anhela poder curarse y formar una familia.

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La ayuda no es suficiente

El joven comentó que desde la Gobernación de Caazapá le ayudan con la suma de G. 1.500.000; sin embargo, no le alcanza en el mes para todos sus gastos.

“De ese dinero compré para mi traje para ir a la facultad, entre otros gastos que tuve, pero no me alcanza para todos los días, y como no trabajo, no tengo otro lugar de donde conseguir dinero”, explicó.

Relató que en febrero, cuando iniciaron las clases, sus padres le costeaban sus estudios, y desde el pasado 19 de abril obtuvo una beca del 15% tras solicitarla a las autoridades de la casa de estudios. La cuota mensual es de G. 280.000, y actualmente con la beca debe abonar la suma de G. 238.000.

“Para nosotros quienes vivimos en la campaña es muy difícil todo. En la facultad tenemos una remera de uniforme, pero todavía no pude comprar porque no tengo el dinero, tampoco pude aún comprar zapatos nuevos para ir”, expresó.

Dijo que en varias ocasiones fue hasta la Municipalidad de Yuty en compañía de su padre para pedir algún tipo de ayuda y nunca fueron atendidos porque los encargados no se encontraban para recibirlos.

Sus necesidades

Nicolás, quien es fanático del Club Olimpia, dijo que su mayor anhelo es terminar sus clases este año y así poder viajar hasta la capital del país para someterse a los estudios, que puedan determinar cuál es su enfermedad y poder seguir un tratamiento, para así volver a caminar algún día.

“No quiero perder clases, no quiero dejar mi facultad, voy a seguir hasta el final, son cuatro años de estudio”, expresó.

Le preguntamos cuáles son sus necesidades y, entre risas, dijo que son muchas las que tiene día a día, no obstante, su mayor anhelo es tener una silla de ruedas para poder movilizarse.

“Necesito una silla de ruedas, mi papá es el que me moviliza, solo me muevo en sus brazos, él es mi héroe, el que anda por mí, otyryry che rehe (se arrastra por mí)”, dijo con un nudo en la garganta, en el momento en el que casi dejó caer algunas lágrimas.

Sin embargo, fue fuerte y, luego de un suspiro, continúo su relato diciendo que su padre lo espera durante las cuatro horas que dura su clase. Don Paulo está ahí dentro de la universidad y luego, al terminar, va y lo carga nuevamente en brazos para llevarlo a su hogar.

Por otra parte, dijo que el patio de su humilde vivienda es solo de tierra y que necesita piso de material para que pueda movilizarse en una silla de ruedas. Otra de sus necesidades es el servicio de internet, ya que tiene trabajos prácticos con los que necesita utilizarlo para investigaciones.

Con una enorme alegría, contó que una persona de nombre Mario Oviedo Pereira, oriundo de la ciudad de San Juan Nepomuceno, se comunicó con él y le regaló una computadora portátil para estudiar.

“Me llamó y me dijo que me iba a enviar la notebook por encomienda, pero mi papá se fue a buscar de San Juan Nepomuceno. Ya estoy practicando”, contó entre risas.

Mensaje a los jóvenes

Comentó que son muy pocos los jóvenes que tienen la posibilidad de estudiar alguna carrera en la ciudad de Yuty debido al alto costo de las universidades y que muchos de ellos están metidos en drogas.

“Siempre les digo a los jóvenes que estudien, que tengan una carrera; muchos de ellos me dicen que estudian y al final no encuentran un trabajo”, acotó.

Este olimpista de corazón es un ejemplo para otras personas que tienen algún tipo de discapacidad o inconveniente para perseguir sus sueños. El joven dijo que quiere demostrar que nada es imposible, pese a las adversidades, y que toda persona debe luchar por cumplir algún sueño, en su caso: ser un licenciado en Trabajo Social.

“Tengo todas las esperanzas de curarme, de terminar mi carrera, para ayudar a mi familia y a la sociedad. Ese mi sueño”, fueron sus últimas palabras en esta entrevista que nos brindó, con la esperanza de que las personas de buen corazón puedan ayudarlo económicamente o en alguna de sus necesidades.

Para comunicarse con él pueden llamar a los números (0972) 830-311 y (0984) 836-064.

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