04 may. 2025

El “sediba” no podía morder con la fuerza de otros australopitecos

El “Australopithecus sediba”, hallado en Sudáfrica en 2008, carecía de la estructura maxilar y dental necesaria para existir con una dieta habitual de alimentos duros, según revela un estudio publicado este lunes por la revista “Nature”.

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El “sediba” no podía morder con la fuerza de otros australopitecos. Foto: www.montevideo.com.uy.

EFE


Esta investigación arroja luz sobre las características de esta nueva especie de homínido, que vivió hace menos de dos millones de años en terrenos boscosos y podría ser un eslabón entre el hombre-mono sudafricano (Australopithecus africanus) y los primeros hombres.

Tras ser descubierto hace casi nueve años, un estudio sugirió en 2012 que el “sediba”, que significa “fuente” en el idioma sudafricano sesotho, se alimentaba de hojas, frutos, corteza de árboles y otras plantas.

No obstante, esta nueva investigación, desarrollada por un grupo de expertos internacionales y liderada por la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo (Sudáfrica), refuta esa teoría tras observar que sus dientes y mandíbulas no estaban adaptados a esa dieta.

“La mayoría de los australopitecos presentaban increíbles adaptaciones en sus mandíbulas, dientes y caras que les permitían procesar alimentos duros de masticar o romper. Entre otras cualidades, eran capaces de morder eficazmente aplicando una gran fuerza”, explica el antropólogo David Strait, de la Universidad de Washington en San Luis (EE. UU.).

Una de las excepciones parece ser el “Australopithecus sediba”, pues su estructura maxilar le impedía aplicar grandes presiones al morder o masticar.

“Si hubiese intentado morder con todas sus fuerzas con sus dientes molares, aplicando la máxima potencia de los músculos masticadores, se hubiese dislocado la mandíbula”, aporta Justin Ledogar, de la Universidad de Nueva Inglaterra (Australia).

Los científicos han llegado a estas conclusiones desarrollando, entre otras, pruebas biomecánicas del cráneo de un “Australopithecus sediba” en un programa de ordenador.

Este modelo analizó los restos de los dos esqueletos -un niño y una mujer- encontrados en 2008 en una cueva de la región sudafricana de Sterkfontein, a 40 kilómetros de Johannesburgo, declarada cuna de la humanidad por la gran cantidad de fósiles que alberga.

Las citadas pruebas, señalan los expertos, son similares a los test biomecánicos utilizados para medir la resistencia a la ruptura de aviones, coches y otras muchas máquinas.

“Estos descubrimientos inesperados, pero francamente fascinantes, están respaldados por el meticuloso estudio llevado a cabo por un grupo de científicos durante más de una década, con una investigación experimental de la mecánica de la masticación encaminada a demostrar la validez del modelo asistido por ordenador”, destaca Kristian Carlson, de la Universidad de Witwatersrand.

Aunque este trabajo no aborda la posibilidad de que el “sediba” sea un eslabón cercano a los primeros humanos, sí ofrece nuevas pruebas sobre la influencia que tuvieron los cambios dietéticos en homínidos en el origen y evolución de nuestra especie.

Los humanos, recuerdan, también presentan limitaciones en la fuerza con la que pueden morder o triturar alimentos, similares quizá a las de los más primitivos, mientras que otros australopitecos analizados “no tenías tantas limitaciones”.

“Esto significa que algunas poblaciones de australopitecos evolucionaron para fortalecer sus estructuras maxilares, mientras que otros, incluido el ‘sediba’, evolucionaron en la dirección opuesta”, agrega Ledogar.

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