Es lógico que la población esté algo borracha por tanta información que desinforma, tanta política que despolitiza y tanta ideología y “buenos gestos” de líderes políticos que manipulan.
Dentro de este aparente caos de la escena política –recrudecida desde el pasado viernes 31 de marzo– en torno a la intención de enmienda para la reelección presidencial de un sector, queda claro que hay una línea, poco perceptible, entre los paraguayos en general y los políticos del Parlamento y las facciones partidarias que los sostienen, en particular. Y es por allí por donde viene la necesidad de plantearse un tercer frente que pueda repeler el mal gobierno, la mala legislatura y por añadidura, la mala justicia.
Ahora que la mesa de diálogo –convocada por el presidente Horacio Cartes– fracasó por el abandono del titular del Congreso, las cosas quedan un poco sinceradas.
Si Cartes quería una vía para devolver la calma al país, jamás debió decirles a los dirigentes colorados con los que se reunió el lunes que no iban a retroceder en el afán de la enmienda constitucional reeleccionista. La misma Lilian Samaniego –hacedora de decenas de actos que acabaron en daños y crisis al país– salió en Mburuvicha Róga a blandir su discurso de guerra contra los detractores del plan suscrito por el Frente Guasu con su principal dirigencia y parlamentarios, incluido Lugo, que dice no querer la enmienda, pero sí querer ser reelecto.
Tanto el grupo que promueve la enmienda (Cartes, Lugo, sus senadores, los liberales llanistas y otros personajes), como los que se oponen (Alegre, Mario Abdo, Desirée, Rafael Filizzola, etc.) son golpistas y violadores de la Constitución. Nada los exime. Los últimos –aliados con Cartes– golpearon la institucionalidad en el 2012 destituyendo al presidente Lugo; y Lugo, aliado hoy a Cartes, golpea a través de sus legisladores el andamio constitucional. Ante esto, ¿qué queda? Convocar, organizar un tercer frente que se resista a ambos grupos.
Hoy, miles de personas andan movilizadas. Muchas honestas en su indignación, pero presas de la manipulación de sus líderes políticos. Y en este reino de la desinformación o la información selectiva, sesgada, la gran prensa también tiene metida la cola.
Lugo y Cartes quieren ser candidatos. No importa cómo. Alegre y Abdo quieren ser candidatos. No importa cómo. Ese es uno de los puntos principales de la disputa y de esta crisis del poder oligárquico. Si los unos se imponen, los otros quedan neutralizados; y viceversa. En tanto, el pueblo seguirá comiéndose el pan de la desgracia, asistiendo a un circo de fagocitadores de lo público y de la voluntad de la mayoría.