18 mar. 2024

El modelo, cuatro años después

Alfredo Boccia Paz - galiboc@tigo.com.py

El “nuevo rumbo” se delineó desde el comienzo mismo del gobierno de Cartes. En su discurso de asunción al mando la pobreza fue mencionada en seis ocasiones y el combate a ella convertida en obsesión. Otra cuestión estimulante fue el anuncio de la llegada de inversiones. En los párrafos finales el mandatario hizo la promesa de honrar la enorme deuda en los campos de salud y educación y aseguró que los grupos armados no le marcarían la hoja de ruta.

Poco después estas intenciones genéricas tomaron cuerpo con tres proyectos de ley que el Parlamento aprobó inmediatamente. El primero estaba destinado a militarizar el Norte del país; el segundo era el de alianza público-privada, y el tercero, el de responsabilidad fiscal.

De cara a los resultados obtenidos cuatro años después, algunos sostienen que este gobierno fracasó. En efecto, la pobreza no disminuyó, la inversión extranjera fue inferior a la de gobiernos anteriores, el nivel de desempleo abierto creció, hospitales y escuelas sufren penurias, el EPP se mantuvo invicto y el crimen organizado se adueñó de amplias zonas fronterizas.

Sin embargo, el análisis no puede ser tan simplista. El modelo cartista fue eficiente en mantener la macroeconomía ordenada, aún a costa de un endeudamiento que empieza a ser preocupante. Gracias a eso el Paraguay sigue mostrando un admirable crecimiento del PIB pese a un escenario regional recesivo. Las inversiones internas se dirigieron a las obras de infraestructura que ahora el Gobierno muestra con orgullo: rutas, viaductos y viviendas.

Estos resultados tan magros son consecuencia, nos dicen los defensores del modelo, de la caída de la economía de los países vecinos, especialmente, Brasil. Era de allí de donde debían venir los que nunca vinieron: las fábricas, la maquila y las industrias en busca de mano de obra barata y bajos impuestos. En parte tienen razón: no se ha logrado crear el número de empleos necesario para sacar a la gente de la pobreza y, por eso, los pobres miran la fiesta de la macroeconomía por televisión.

Tengo la sospecha, sin embargo, de que eso no lo explica todo. El problema es el propio modelo. Aún con una mejor situación regional, seguiríamos teniendo altos índices de pobreza. Podríamos, incluso, doblar nuestras cifras de crecimiento actuales sin que se modifique mucho esta realidad. Algo que, de hecho, ya lo comprobamos en el pasado. El modelo Cartes no interpela la desigualdad social, no incluye a la mayoría, no expande los derechos sociales, no mejora la avidez de mejor futuro de la población. Fíjese que la necesaria inversión en infraestructura vial se hace a expensas de lo que se necesita en salud y educación. No hay cambios porque el modelo no aspira a cambios dramáticos, apunta a la estabilidad. En el mejor de los casos, seguiremos establemente pobres y desiguales. Con el agravante que sus potenciales sucesores solo prometen “mejorar” el modelo.

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