25 abr. 2024

Educación, productividad, competitividad

Más y mejor educación aumenta la productividad y esta, a su vez, favorece la competitividad del país, tanto en el exterior como en el mercado interno. En el mundo ampliamente globalizado y ferozmente competitivo, en el que nos toca vivir hoy en día, solamente las naciones que logran mejorar educación y productividad, anverso y reverso de la misma moneda, alcanzan a ser competitivos nacional e internacionalmente.

El desarrollo sostenible es posible solamente dentro de esas coordenadas. País que no lo logre, terminado postrado en pauperización y desorden medioambiental, marginando a los micro y pequeños emprendimientos, fuente multitudinaria de trabajo. Podrá darse ciertamente crecimiento en esas condiciones, pero será desigual y volátil, como hoy en día. Por otro lado, empresa que no logre mejorar su productividad, termina sucumbiendo ante la competencia local o extranjera. Finalmente, individuo que no consiga educarse ni mejorar su rendimiento, no tendrá mayor chance en el mercado del trabajo.

EDUCACIÓN Y DESARROLLO SOSTENIBLE. Definiciones apropiadas a tales efectos son las siguientes. Educación es tomada aquí en su acepción más amplia. Vale decir, educación básica, intermedia, superior y universitaria; humanística y técnica, y, dentro de ésta, la de mayor alcance: técnicos inferiores (albañiles, mezcladores, piseros y similares; ensambladores y reparadores de todo tipo; tecnologías básicas para hogar y oficina, entre otros); técnicos intermedios (profesiones con cierta especialización, como mecánicos, telefonistas, electricistas, plomeros, informáticos y similares) y técnicos superiores (técnicos de altos mandos, con estudios universitarios y especialización local e internacional, como ingenieros de diversa laya y expertos de estándar mundial).

Desarrollo sostenible, el objetivo máximo a alcanzar dentro de ese proceso permanente en la mejora del bienestar general, es definido aquí como la administración eficiente de recursos escasos, aumentándolos en cantidad y mejorándolos en calidad para las generaciones futuras, de forma tal que se obtenga no solo la fortaleza macroeconómica, sino también la justicia social y el equilibrio medioambiental, observando que amplios estratos poblacionales sean partícipes del progreso. Es desarrollo inclusivo y competitivo por excelencia.

NO ALCANZAMOS NI LAS COTAS MÍNIMAS. La declaración de la Unesco exhorta a los países a invertir en educación por lo menos un 7% del producto interno bruto, y nuestra Constitución Nacional de 1992 establece que el 20% del presupuesto público para la Administración Central debe destinarse a ella. Se proyecta invertir en educación unos 1.074 millones de dólares para el 2015, lo que representaría solo el 14,4% de su presupuesto. Como para ese año la estimación del producto interno bruto en nuestro país ronda los 30.000 millones de dólares norteamericanos, esa suma proyectada para la educación representa solo el 3,6% del mismo.

UNA DE LAS PEORES. De acuerdo con estos indicadores, estamos lejos de cumplir con la declaración de la Unesco, así como con nuestra Constitución Nacional. Además, la educación en nuestro país, independientemente de dichos porcentajes, deja mucho que desear. En términos de calidad, se encuentra claramente por debajo de los estándares que rigen en los demás países del Mercosur. Para colmo de males, las denuncias de corrupción en Paraguay –también en áreas educativas– son cada vez más frecuentes y más graves. Son solo algunos ejemplos de ella las entidades educativas no reconocidas por las autoridades públicas, pero que siguen otorgando títulos en disciplinas sensibles para la salud y para el bienestar de la población, amén de la falsificación de títulos y de notas en escuelas y colegios, institutos superiores y universidades. He aquí una información de mucha actualidad: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/locales/el-sistema-educativo-paraguayo-sigue-entre-los-peores-del-mundo-447311.html

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