“Sin dar nombres, tengo entre mis clientes ministros de la Corte Suprema de Justicia, fiscales, fiscales forenses y hasta diputados”, se jactó don Nicanor en la entrevista concedida al equipo de Última Hora.
Sus clientes no son de paso ni fortuitos, en su mayoría, son los mismos de hace 40 años y están encantados con su trabajo, por el corte, la terminación y los detalles característicos de sus hábiles manos que, hasta que Dios diga basta, no dejarán de coser.
Cuando llegamos a su domicilio, ubicado sobre la avenida General Santos casi Azara, de Asunción, lo primero que hizo fue presentarnos la plancha que usa todos los días, una de hierro y que aún estaba caliente, que aseguró es uno de sus caballitos de batalla.
“Esa era la plancha de mi mamá y hasta ahora es la única que plancha bien”, dijo.
También nos presentó la máquina de coser que utiliza hace 60 años, y la que asegura que no piensa cambiar por una nueva, ya que está convencido de que las de ahora, aunque muy lindas y con diseños vanguardistas, no logran coser como esa.
“Mi máquina es de la época de Matusalén, pero no quiero una nueva, no me sirven porque no cosen las telas gruesas, los ruedos de pantalones de jeans, por ejemplo”, explicó.
La historia de este loable trabajador se dio a conocer a través de un posteo de Facebook que se volvió viral. En la foto se lo veía sentado en su taller, trabajando, como todos los días.
Su pasión por la costura inició gracias a que su primer trabajo fue como ayudante de limpieza en una antigua sastrería ubicada sobre 25 de Mayo y Estados Unidos donde, destacó, años atrás era zona de conocidas sastrerías, las que ahora fueron desplazadas por los locales que se instalaron en los shoppings.
“Antes nosotros manteníamos nuestro hogar con esto, ahora no; si no hay dos ingresos en la casa, no se puede”, dijo al lamentar que años atrás tenía más pedidos, y eran pocas las épocas de vacas flacas que recordaba.
De igual manera, Nicanor se niega a trabajar para las grandes sastrerías, aunque muchas de ellas en varias ocasiones le hayan ofrecido trabajo. La única y válida razón que dio es que “el precio no da”.
Lo que más vende son pantalones, cuyos precios van desde G. 120.000, pero también le piden chalecos, sacos, tapados, así como algunos pantalones, sacos y polleras para damas.
No falta quien va a pedir un traje para el día de su boda. Rescató que son muchos los jóvenes que siguen apostando por el matrimonio. Así también lo hizo él cuando tenía 27 años, uniendo su vida a su siempre amada y recordada Deidamía, su esposa, quien falleció hace 25 años, pero cuya foto sigue estando impecable y bien a la vista en su taller.
“Ella era mi esposa”, dijo apuntando al cuadro que lo muestra al lado de una bella joven el día del casamiento.
Deidamía era, además, su fiel compañera y ayudante en el taller; hasta ahora, incluso, don Nicanor se niega a contratar un ayudante porque no encuentra quien entienda de ese trabajo como ella.
“El día que ya no pueda hacer bien las cosas, voy a dedicarme a hacer short”, comentó entre risas.
Con este trabajo que alimentó a cuatro hijos, con seis nietos y once bisnietos, don Gauto piensa seguir hasta que la vida le pida un respiro. Mientras tanto, se muestra orgulloso de poder seguir enhebrando sin utilizar lentes y manejando el dedal y el pedal como cuando tenía 16 años.