Por Karen Núñez – @karencitanunez
Se acerca el final de un nuevo ciclo escolar y con él los, a veces, muy temidos exámenes finales. Y aunque no todos están de acuerdo con que un examen escrito es la mejor manera de medir los conocimientos adquiridos, este método sigue siendo utilizado en las escuelas y colegios de nuestro país y determina, en gran medida, quiénes aseguran su paso al siguiente grado o curso y quiénes deberán continuar con las evaluaciones hasta lograr obtener la calificación suficiente para avanzar en su proceso educativo.
La experiencia demuestra que una gran parte del alumnado, lastimosamente, no le dedica el tiempo suficiente al estudio y tampoco estudia adecuadamente, según el testimonio de la educadora Elena Dietrich, licenciada en Ciencias de la Educación y máster en Políticas Educativas.
Por su parte, la sicopedagoga María Victoria Vierci explica que actualmente las evaluaciones se dan dentro de un proceso que dura todo el año, y los exámenes escritos son solo una parte de ellas, por lo que no hay que temerles. Lo importante es que durante dicho proceso el alumno debe formar ciertos hábitos, para lograr buenos resultados. “Si uno estudia y se prepara, no tiene miedo. Aquel chico que presenta inseguridad ante una evaluación es porque no cumplió con el proceso”, afirma.
Pero también es cierto que hay alumnos que, aunque manejan el contenido, tienen dificultad para plasmarlo y, por eso, no pueden rendir bien. “En esas situaciones tienen que estar atentos los docentes para facilitar y encauzar la dificultad del niño. Así como está aprendiendo contenido, también está aprendiendo a plasmar lo que sabe”, dice María Victoria.
No todas las materias se estudian igual
Vierci explica que cada materia representa un desafío distinto, porque activa diversos niveles de pensamiento, lo que implica que no todas se estudian de la misma manera: “Algunas, por ejemplo, exigen ejercicios prácticos, otras memorización y otras, pensamiento crítico”.
La profesional destaca que cada alumno aprende de una manera distinta y todas las técnicas de estudio son válidas, siempre y cuando le ayuden a aprender. Por ello, es muy importante “ir practicando desde los primeros años de escolarización diversas técnicas de estudio e ir estimulando los diferentes canales (vista, oído, tacto), así cuando el contenido se alarga y complejiza, el alumno ya conoce sus habilidades y cuenta con técnicas de estudio”.
Dietrich, por su parte, coincide diciendo que cada alumno debería saber cuál es su forma de aprender y conocer métodos de estudio relacionados con ella. Por ejemplo, si el estudiante tiene memoria visual, puede estudiar subrayando los conceptos importantes en diferentes colores, etc.
La docente destaca que el estudio en grupos es una buena técnica, siempre y cuando uno de los estudiantes asuma un firme liderazgo, pero debe hacerse bajo la supervisión de los padres, en la casa, o en el colegio, monitoreados por los profesores.
A reforzar las áreas o contenidos más flojos
Gracias a la evaluación por proceso, el alumno debería poder saber dónde está parado actualmente y planificar una hoja de ruta para las últimas semanas de clase, considera María Victoria, y apunta que para repuntar en aquellas áreas donde no se obtuvo el resultado esperado, el alumno debe cumplir con todos los aspectos o indicadores que son evaluados en cada materia.
Esto implica que “debe trabajar y participar en clase, presentar las tareas realizadas en la casa, realizar los trabajos prácticos y estudiar diariamente para obtener buenos puntajes en las evaluaciones que se realizan en aula”. También sugiere que, en caso de que sean materias prácticas o los padres ya no puedan acompañar al chico en el repaso diario, se recurra a una profesora particular.
Todo el proceso es importante
Durante el año escolar, muchos factores colaboran para que se produzca, o no, un verdadero aprendizaje. Por ejemplo, el desayuno diario. Afirma Vierci que “el chico que desayuna, prepara al organismo para el aprendizaje; el que va en ayunas no cuenta con las energías necesarias para aprender, y menos aun para rendir”.
Asimismo, aquel que cuenta diariamente con sus elementos de trabajo, puede cumplir con las tareas asignadas por el profesor, por lo tanto acumula puntos. Por el contrario, el que no tiene materiales en aula “generalmente acumula puntaje negativo en diversos indicadores; porque, aparte de no traer el material, no trabaja en clase y, en muchas ocasiones, eso desencadena en una mala conducta”, confirma la profesional.
Y el hábito de estudio solamente se consolida si es que el alumno tiene una rutina diaria desde los primeros años de escolarización, que debe incluir un tiempo para realizar las tareas y otro para repasar lo que se dio en el día.
El acompañamiento es fundamental
Es importante insistir en que el acompañamiento de los padres y docentes durante todo el proceso, es fundamental, incluso desde los primeros años.
“Los alumnos de primero, segundo y tercer grado no son MUY CHICOS para estudiar. Al contrario, es en esa etapa donde se practica y consolidan los hábitos de estudio, para luego incorporar las diversas técnicas. El niño que no lee con fluidez, después tiene dificultad para comprender lo leído; el niño que no maneja bien las operaciones básicas de matemática (suma y resta) después tarda más en aprender los procesos de multiplicación y división, así como también se lentifican en la resolución de problemas. El que no logra distinguir una idea central o secundaria tiene posterior dificultad para acceder a niveles de pensamiento más complejos”, argumenta la sicopedagoga.
Con un buen acompañamiento, se podrán tomar a tiempo las medidas correspondientes, en caso de que sea necesario.
Por último, si el examen no resulta como esperábamos, no hay que desesperarse sino ocuparse de corregir los malos hábitos de estudio y buscar orientación. Con dedicación las cosas pueden mejorar y esto se verá reflejado en la próxima oportunidad que haya para demostrar lo aprendido.
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