25 jun. 2025

Chinchuditos en el Jurado

Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

Es notable como, en ocasiones, el conocimiento de episodios chiquitos, cotidianos o anecdóticos de una situación irregular logra sensibilizar o indignar con más energía que editoriales de diarios, sesudos análisis o estadísticas elocuentes. La descarada conversación entre la fiscala Karina Giménez y el abogado Raúl Fernández Lippmann enardeció más a la opinión pública que los hectolitros de tinta ya empleados en denunciar el infame tráfico de influencias que se realiza en esa institución. Curiosidades de la comunicación.

Es llamativo que el espanto haya sido mucho mayor entre las personas no vinculadas al mundo jurídico que entre los propios abogados. A estos pareciera que les sucede igual que a algunos médicos frente al sufrimiento ajeno. La rutina de lidiar con lo mismo todos los días los insensibiliza. Por eso hacen comentarios del tipo "¿Qué te sorprende?” o "¿Acaso no lo sabías?” o, más asustador, dicen que lo que sale a luz es una muestra minúscula de la gran kermés de corrupción. Así, el abogado Osvaldo Granada asegura que para acercarse a la verdad hay que multiplicar lo que se publica por diez. Y Adrián Salas, miembro de ese promiscuo Jurado, sostiene que lo conocido es solo el 30% del total. Curiosidades de la impunidad perfecta.

Porque de eso se trata: de la gradual destrucción de la República a través del copamiento de sus instituciones por clanes corruptos suprapartidarios que se adueñaron del poder más allá de los resultados electorales. Los partidos importan, pero poco, pues estas bandas políticas se perpetúan. Por lo general, tienen los medios para ganar las elecciones, pero si no lo logran, defenderán con uñas y dientes lo realmente importante: no perder el control de los negocios –lo que tarde o temprano implica una vinculación con el mundo narco– y de los indispensables jueces y fiscales.

En la tensa encrucijada de esa lucha de poderes, están el Consejo de Magistratura y, sobre todo, el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Los constituyentes de 1992, con cándida buena intención, dieron vida a un espantajo institucional que nuestros políticos convirtieron en eficaz oficina de extorsión y trueque de favores. ¿Nunca le llamó la atención que la pelea por ocupar un lugar en el Jurado de Enjuiciamiento sea más sangrienta que la pugna por la presidencia de las Cámaras? Para políticos sin escrúpulos –los hay, le juro– estar allí es el sueño del pibe: tener a fiscales y jueces con una cuerda al cuello, temerosos y obedientes. Cuanto más sospechoso es el político, más ganas tiene de ser uno de sus integrantes.

Una satrapía insuperable. Demostrada por la ausencia de jueces presos por prevaricato y por el cómplice silencio de los involucrados y casi todos los parlamentarios. Lo notable es que un audio de ocho minutos los haya puesto más chinchuditos que tantos años de denuncias.