Más allá de si es momento o no para convocar a una convención nacional constituyente y modificar, entre otros artículos de la Constitución, el que tiene que ver con la reelección presidencial (290), es preocupante la falta de renovación de la dirigencia política. Es desalentadora la ausencia de nuevos y potables liderazgos en los partidos y movimientos políticos.
Faltan dos años para las elecciones presidenciales del 2018, y las primeras candidaturas en perfilarse son las de los ex presidentes Nicanor Duarte Frutos y Fernando Lugo, que aspiran a volver a ser jefes de Estado. Son, por lo tanto, los más interesados en la reforma constitucional para que se habilite la reelección, que hoy no está permitida.
El debate sobre si esta debe incorporarse vía enmienda o vía reforma es reiterativo. Se viene dando desde que comenzó el proceso democrático en 1989, siempre ante la proximidad de nuevos comicios generales. Es sintomático, y hasta la fecha no se consiguió un acuerdo político para pasar a la siguiente fase, que es tomar la decisión de modificar la Carta Magna de 1992.
Al margen de esta discusión y desgaste, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR), las agrupaciones políticas más antiguas, están sumergidos en una larga abulia institucional.
No invierten tiempo ni recursos económicos en formar políticamente a nuevos dirigentes, en identificar nuevas figuras, en analizar la realidad nacional y en elaborar propuestas. Ambos partidos están inmersos en la etapa postraumática electoral de la que no logran salir. Reemplazar a sus desgastados líderes no es siquiera un objetivo.
Los nuevos movimientos y partidos políticos tampoco marcan la diferencia en este sentido. No parecen preocuparse por preparar a sus figuras y menos aún en captar a personas con vocación política genuina y con trayectoria de servicio, lucha y honestidad.
Es agobiante hacerse a la idea de que en el Paraguay actual no contemos con mejores propuestas que Duarte Frutos, Fernando Lugo, Horacio Cartes, Efraín Alegre y otros próceres que ya conocemos. ¿No podríamos aspirar a superar estas candidaturas, potenciando y dando la oportunidad a otra gente que podría ser mejor que los partido jára o los ex presidentes? ¿Por qué no?
Las expectativas serían otras. Las propuestas electorales y las aspiraciones ciudadanas también. Las organizaciones políticas tendrían una existencia más orgánica y sustentable y podrían sorprendernos con más y mejores candidaturas.