09 may. 2024

Carta de ex profesor de Cartes: “sigue la corrupción y la pobreza”

Preocupado por los resultados del gobierno de Horacio Cartes, uno de sus ex profesores de colegio publicó una carta en la que reclama que “siguen rondando los aterradores fantasmas” de la inseguridad, la corrupción, la pobreza y la falta de educación.

En la imagen un registro del presidente de Paraguay, Horacio Cartes, quien afrontará una denuncia de violación de la Constitución y de atropello al Poder Legislativo, por el ascenso de tres comisarios de policía. EFE/ARchio

En la imagen un registro del presidente de Paraguay, Horacio Cartes, quien afrontará una denuncia de violación de la Constitución y de atropello al Poder Legislativo, por el ascenso de tres comisarios de Policía. EFE/Archivo

Francisco Oliveira es un ex profesor de psicología, literatura y latín del Colegio Goethe. Estuvo como docente por un lapso de 36 años ininterrumpidos. Durante esos años fungió como profesor de psicología y literatura del actual presidente de la Republica, Horacio Cartes.

En su página web, franciscooliveiraysilva.com, el profesor publicó el pasado jueves una carta en donde, “como ciudadadano y educador”, expresa su manifiesto ante “la delicada situación que se cierne sobre nuestro país”.

En el texto, Oliveira recuerda a Cartes como un adolescente “taciturno y pensativo” y asegura que el mandatario siempre seguía “con interés” sus clases de psicología y literatura. También habla sobre la “desilusión” que siente la sociedad paraguaya ante los casi nulos resultados positivos del gobierno:

“Siguen rondando aterradores los fantasmas de la inseguridad, especialmente en el Norte, con sus secuelas de sangre y luto, el hambre y la pobreza; y nos aprietan el alma los tentáculos enormes de la corrupción inveterada, el decadente sistema de salud, y la ya casi inexistente educación paraguaya”, asegura.

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Francisco Oliveira y Silva. | Foto: Facebook/Francisco Oliveira

A continuación la carta completa:

Querido ex alumno Horacio:

Soy Francisco Oliveira y Silva. Fui tu profesor de Psicología y Literatura en el colegio Goethe.

Te recuerdo como un adolescente más bien taciturno, pensativo y buen compañero.

Nunca hemos conversado sobre algún tema en especial, pero sé que seguías con interés mis clases.

Estudiabas mis materias, y te consideraba un buen alumno.

Recuerdo que siempre solía aconsejarles estudiar mucho, y dedicarse con responsabilidad al cumplimiento de sus deberes, porque “entre ustedes -les decía- se encuentran los futuros Ministros, los Legisladores y las autoridades del Paraguay, y hasta algún presidente de la república”.

Y eso ocurrió.

Del estudiantado del colegio Goethe han salido Ministros de la talla de Germán Rojas, y otras autoridades de nuestro país. Ese amado Colegio ha sido siempre un semillero de notables personalidades.

Y a vos te tocó ser el Presidente de la República.

Esos pronósticos no eran profecías, sino deducciones del sentido común, porque era lógico suponer que los mejores estudiantes llegarían a ser personalidades importantes en nuestra sociedad.

Fue muy grande mi alegría cuando fuiste electo Presidente.

Me encantó tu discurso inaugural, porque en él mencionabas muchos proyectos indispensables para forjar la Patria Nueva con la que todos seguimos soñando, ya libre de las cadenas opresoras de la injusticia y de la pobreza, implacables látigos que la humillan y mancillan su dignidad y su resplandor de Patria libre y soberana.

Me emocioné cuando comenzaste a hablar invocando a Dios y a la Virgen de Caacupé, expresando tu dolor por la pobreza que tortura a tantos compatriotas, y tu decisión de propulsar el imperio de la justicia, y de los derechos a la educación, a la salud, a la seguridad, y al trabajo digno, anunciando tu firme decisión de no dejar que los marginales te marquen la hoja de ruta.

Muchos mandatarios dicen eso mismo en sus discursos, pero el énfasis expresivo que vos ponías en cada una de tus palabras, denotaba mucha sinceridad y la decisión innegociable de llevar a feliz término cada uno de esos propósitos, enriquecidos por la virtud del patriotismo que en ellos palpitaba.

Poco después declaraste: “No voy a desaprovechar esta gran oportunidad de progreso que tiene el país, quiero ser un Carlos Antonio López”.

Y también: “Quiero paraguayos con becas, quiero la vuelta de los ferrocarriles, quiero que vuelva la honorabilidad, quiero que el patriotismo vuelva a sentirse en el corazón de los paraguayos, tengo la certeza de que se puede”.

¡Todo un proyecto de vida!¡Todo un Programa de Gobierno!

Pero, desgraciadamente, las esperanzas que empezaron a brotar en nuestros corazones ante tan promisorios horizontes de un Paraguay soñado, se han ido diluyendo paulatinamente con el correr del tiempo, como si alguna fuerza desconocida y contraria a tu voluntad, estuviera poniendo frenos a tus altos propósitos patrióticos.

¿Qué está pasando, Horacio?

Solo vos podés responder, objetiva y honestamente, a esta pregunta.

No estoy seguro de que mis palabras hoy tengan para vos la misma importancia que tuvieron en tus años de estudiante del colegio Goethe. La vida nos va cambiando, y no pocas veces las personas cambian su filosofía y hasta sus valores.

Pero necesitaba escribirte esta carta.

Te soy sincero: en ningún momento pensé que podrías desilusionarnos como Mandatario.

Sin embargo la desilusión se hizo presente: comenzó a surgir el desaliento en millares de compatriotas que te hemos dado sin vacilar nuestro voto en las urnas, convencidos de que, por fin, surgía un paraguayo con valentía y fe en la Patria, decidido a imprimir ese Nuevo Rumbo al Paraguay.

Todos sabemos, inclusive vos mismo, que todavía no se logró casi nada de cuanto esperábamos alcanzar de tu desempeño como Presidente de la República.

Siguen rondando aterradores los fantasmas de la inseguridad, especialmente en el Norte, con sus secuelas de sangre y luto, el hambre y la pobreza; y nos aprietan el alma los tentáculos enormes de la corrupción inveterada, el decadente sistema de salud, y la ya casi inexistente educación paraguaya, ubicada hoy en su peor nivel, por citar solo algunos aspectos de nuestra sombría realidad.

Todo eso habla a las claras de que aún no estamos encontrando el rumbo como Nación: menos aún, el Nuevo Rumbo que nos prometiste.

Te quedan aún tres años de Gobierno. Todavía hay tiempo para generar esperanza, y para hacer florecer la posibilidad de volver a soñar con ese porvenir venturoso que nos merecemos los paraguayos.

Crece también mi fervoroso anhelo de que puedas dar ese golpe de timón, que te permita alcanzar los objetivos que te propusiste cuando el Pueblo te entregó el bastón presidencial.

Hago mías las palabras de tu mensaje del 16 de junio de 2013, Día del padre, a todos los padres del Paraguay. Dijiste:

“Los padres trazan el Nuevo Rumbo del Paraguay. Como padre de tres hijos, pido a Dios que nos dé la sabiduría a cada uno, para seguir sembrando en nuestros hijos lo mejor que queremos para el país”.

Espero que vos, como padre de tantos compatriotas huérfanos ya de alegría, y carentes de todo, puedas lograr un feliz amanecer de prosperidad para todos ellos, brindándoles la oportunidad de imprimir de verdad un nuevo rumbo en sus vidas.

Y que podamos ver, emocionados, cómo levantas nuestra sagrada enseña tricolor, hasta el sitial que le corresponde en el concierto de las Naciones.

Te mando un fuerte abrazo:

Prof. Francisco Oliveira y Silva.

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