24 dic. 2025

Carolina nos interpela

Por Fernando Boccia Torres –  fernando-boccia@uhora.com.py

Por Fernando Boccia Torres – fernando-boccia@uhora.com.py

Para empezar a analizar el caso de Carolina Marín podemos citar los hechos concretos, aquellos sobre los cuáles ya se tiene certeza: una niña de 14 años fue golpeada hasta la muerte en Vaquería, Caaguazú, por el dueño de la casa donde trabajaba en un régimen de criadazgo.

Se sabe, a través de la esposa del autor confeso del crimen, que la golpiza era un castigo por supuestamente haberse besado con un albañil que trabajaba en la casa.

El hombre dijo a su esposa que golpeó a Carolina con la rama de un árbol, pero la hermanastra de la adolescente declaró ante la Fiscalía que ella le contó, antes de morir, que el arma utilizada fue un palo de madera. El informe forense también sostiene que se utilizó un objeto contundente.

De esta forma el país se enteró de la existencia de Carolina, una niña cuyos derechos más básicos fueron violados desde muy, muy pequeña.

A los tres años de edad fue llevada a vivir con una familia que no era la suya, intercambiando techo y comida por trabajos domésticos sin paga.

Su situación de criada, así como las golpizas que recibía, eran de público conocimiento, según contaron los mismos vecinos de la casa donde creció Carolina. El silencio, cuándo no, permitió que la semiesclavitud de la niña se normalice.

Ese mismo silencio también permite que aproximadamente 2,5% de los niños, niñas y adolescentes del país estén en situación de criadazgo, según datos de la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia. Un informe de la Unicef del 2011 advierte de la existencia de 46.993 criaditos en todo el territorio nacional. A esto hay que sumar otro dato no menor: según la organización Luna Nueva, cerca del 90% de las adolescentes explotadas sexualmente pasaron antes por el trabajo infantil doméstico.

El homicidio de Carolina puso, nuevamente, al criadazgo en el debate nacional. Lastimosamente, problemáticas tan sensibles y trascendentales para decenas de miles de paraguayos solo son visibilizadas cuando se produce algún horrendo crimen.

Ocasionalmente, alguna víctima muere para recordarnos que en Paraguay el criadazgo, el abuso infantil o el feminicidio son problemas que aún enfrentamos como sociedad en pleno siglo XXI. Con las semanas, el largo silencio vuelve a encontrar su lugar y la suciedad vuelve a acomodarse bajo el tapete.

La muerte de Carolina nos interpela a llegar a una solución permanente al drama del criadazgo en Paraguay, un delito tipificado por ley y que debe ser considerado como trata de personas con fines de explotación laboral.

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