18 abr. 2024

¿Careteada Nobel?

Por Arnaldo Alegre

De tanto golpear a las puertas del cielo, rodar como un canto de piedra y buscar respuestas en el viento, al bueno de Bob Dylan le dieron el Nobel de Literatura, ese agridulce multipremio de un señor que se volvió primero millonario y después humanista, gracias a un invento que, entre otras cosas, mató humanos.

En los últimos años el norteamericano estuvo entre los candidatos. Parecía una excentricidad, una nota de color. Hasta que fue realidad y saltó la banca. Nadie niega el lirismo de sus letras, pero la pregunta está en que si ese lirismo está a la altura de la poesía de Neruda, Tagore, Yate y Paz.

Dylan es la voz de su generación y de una sociedad estadounidense jalonada por la guerra, la sicodelia hippie, el conservadurismo retrógrado y la libertad. Pero también es un cantautor de trascendencia mundial y, por ende, un buen recurso de márketing para un premio que sufre los embates de una crisis de credibilidad y un peligroso anquilosamiento que le puede condenar a una silente extinción.

Pero no es la primera vez que echan mano a los golpes de efecto. Le dieron el Nobel de Literatura al insigne científico y humanista Bertrand Russell, porque no pudieron concederle otra distinción, la de humanista, porque no existe en el Nobel. Lo mismo ocurrió con Winston Churchill. No era que no supiese escribir, pero no podían otorgarle el de la Paz a alguien que comandó una guerra. Eran otros tiempos, y le dieron el de Literatura.

Pero si por lirismo se tratase, hay voces únicas en español para premiar. Pablo Milanés, León Gieco (Solo le pido a Dios, es monumental) y Sabina. Y si es por género existe el folclore en todos sus idiomas, el tango, la polca paraguaya (y de paso se premia al guaraní) de la Guerra del Chaco, la zamba, la bossa nova, el reggae y un sinnúmero de más expresiones líricas musicales. Claro que tendrá una menor repercusión.

Esperemos que esta distinción a Dylan sea un parteaguas y abra el premio a un concepto más amplio de literatura. Los guiones cinematográficos, el periodismo, y no solo las crónicas, la producción periodística de un medio, por ejemplo, la literatura oral y otras expresiones similares de valor lírico y humano.

Solo el tiempo dirá si el Nobel a Dylan no fue una simple careteada.

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