08 jul. 2025

Bienestar general

La craneoteca de la humanidad ha hecho funcionar ya desde hace siglos sus neuronas colectivas sobre la necesidad de que el desarrollo sea integral. Generalmente son aportes sistémicos, trasversales y multidisciplinarios, por encima de latitudes y épocas. Todos ellos tienen en común la procura del bienestar económico y social (en los últimos decenios se ha agregado también el medioambiental) y el interés general. Objetivos más concretos suelen ser la competitividad en precio y calidad de bienes y servicios ofrecidos, en un ambiente con altos niveles de ocupación y estabilidad de precios. Algunas metas específicas son la superación de la pobreza extrema y la de la enorme desigualdad en la distribución de los ingresos.

ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO. Uno de esos académicos y técnico-científicos aportes modernos en procura de una “síntesis novedosa” entre economía de mercado y planificación central fue la concepción de Alfred Müller-Armack, conocida como Economía Social de Mercado, a partir de 1947, que dio base conceptual y empírica al “milagro económico alemán” de posguerra. Esta concepción e implementación fue expandida posteriormente a otros países de Europa y bien estudiada en América Latina en los años 70 y 80 del siglo pasado, con ampliaciones varias hacia la heterogeneidad étnica y estructural.

CLUB DE ROMA. Otra de las expresiones multidisciplinarias y trasversales sobre estos temas tuvo lugar en el Club de Roma, a partir de 1968. Ya en esas ocasiones se había establecido claramente que crecimiento económico es necesario, pero no suficiente. La descripción de la insuficiencia del mero aumento del producto era aún más ambiciosa: el equilibro macroeconómico es imprescindible, pero igualmente importante la justicia social. Ambas categorías se condicionan recíprocamente y tienen una definición tan amplia como operativa. Las propuestas de políticas públicas coherentes con tales objetivos iban acompañadas de exhortaciones a su urgente implementación.

CONSENSO DE WASHINGTON D. C. Es otra propuesta también de políticas públicas, pero más concentrada en temas económico-financieros y presupuestarios así como más reciente: 1989. Es un listado de medidas, originalmente formulado por John Williamson, a ser aplicadas por países latinoamericanos para el fortalecimiento de macro-variables fundamentales. La filosofía subyacente es que la mejor política social, es una buena política económica. En ese sentido es un enfoque menos integral y menos sistémico que el de la Economía Social de Mercado y el del Club de Roma. Pero como en esa época América Latina vivía “décadas perdidas” en términos de crecimiento y equilibrio macroeconómico, bien oportuna era esa propuesta de “política económica de consenso”, que luego fue extendida también a otros continentes.

POBREZA Y DESIGUALDAD. A la luz del desarrollo de estas ideas y estrategias así como del resultado práctico de las mismas, se ha visto que hace falta mejorar los planteamientos de políticas públicas hacia el desarrollo sostenible, dotándoles de indicadores, instrumentos e instituciones con suficientes recursos humanos y presupuestarios que hicieran posible una implementación más eficiente de las propuestas provenientes de las mencionadas escuelas de pensamiento. Objetivos básicos siguen siendo solidez macroeconómica, competitividad, justicia social y equilibrio ecológico. Es intolerable que América Latina y el Caribe, con todos los progresos alcanzados recientemente en términos de fortaleza macro-económica, no haya podido todavía instalar correas de transmisión entre ella y el bienestar general.

AVINA, HARVARD, PORTER, ARTAVIA Y OTROS: Todos esos afluentes de pensamiento desembocan hoy en día en un delta común: La necesidad de la utilización inmediata del Índice y del Imperativo del Progreso Social, desarrollados por dichas instituciones y personas. Desde las últimas visitas de Michael Porter, Roberto Artavia y adláteres disponemos del know how en Paraguay. Hace falta solo implementarlo.