Apretados en una pieza de 4 por 4, agobiados de calor y carentes de lo necesario como baños ,comida, agua, electricidad. Poco a poco, demasiado despacio, esta situación ha mejorado un poco, pero cuánto todavía están sufriendo.
Me refiero con estas líneas a los que viven bien en sus casas céntricas de Asunción y que nunca visitaron los campamentos de inundados. Sé también que personas ricas han sido solidarias y mucho. Pero tengo la sensación de que una gran mayoría ha visto la inundación con horror, pero desde lejos. Quizás hayan hablado sobre los bañadenses para criticarlos por su empeño en vivir cerca del río, pero no hicieron nada personalmente por ellos.
Y, por supuesto, me refiero a las autoridades que tardaron en aceptar de que había emergencia, que luego usaron muchas veces las ayudas para sus correligionarios o los mantienen en estado de aprieto, en condiciones poco humanas, para que salgan y dejen el terreno de la ribera para el negocio inmobiliario de la Franja Costera.
Ya ha pasado lo peor, pero también ya es hora de un examen a fondo personal y en grupos sobre nuestra presencia o ausencia, nuestro interés o indiferencia ante este horror en el interior ribereño o en los bañados asuncenos.
Lo peor ya ha pasado, pero aún hay tiempo para ser solidarios.
Hay que comprender la realidad de los bañados en todo Paraguay. Y, en la capital, la existencia de los Bañados en Asunción.
Hay que cumplir las normas internacionales sobre el tratamiento en estas situaciones. Esto significa empleo de plata del Estado y generosidad de las personas pudientes.
Tenemos que pensar en el futuro, libres de prejuicios. Y, sobre todo, necesitamos unirnos todos. Oñondivepa ikatu.