29 mar. 2024

Aquella frase de Chávez

De todas las acciones humanas, ninguna genera tanta polémica como gobernar. Hay quienes afirman que es una forma de arte, otros que es ciencia, y no pocos que se trata apenas de un sistema de dominación que se fue perfeccionado con el tiempo, al punto tal que los dominados ya no son consientes de que lo son.

De las tres visiones, la que más se ha desarrollado en los últimos treinta años es la que pretende dotar a la administración pública de cierto rigor científico. Esto es, convertir las experiencias en la aplicación de determinadas políticas públicas en conocimiento práctico, en información objetiva que permita al gobernante de turno aumentar las posibilidades de éxito de cualquier acción emprendida desde el Estado para solucionar determinado problemas.

Con ese objetivo nacieron lo que hoy se conoce como tanques del pensamiento o centros del pensamiento, organizaciones de académicos que analizan permanentemente, desde las ciencias sociales y económicas, diferentes aspectos de la vida social de las naciones, y que proponen, sobre esa base, correcciones a las políticas públicas vigentes o nuevas políticas públicas.
Estos centros del pensamiento pueden estar adheridos a una corriente política, a una determinada ideología, o estar financiados por grupos de poder económico o político; o pueden ser organizaciones con un credo religioso, o pueden ser completamente asépticos.

Hay una amplia variedad. Lo que les caracteriza, empero, es que todos intentan darle a sus estudios y propuestas el mayor rigor académico posible, independientemente de que sus miembros compartan o no determinadas posiciones políticas o religiosas.

Unas semanas atrás asistí en Guatemala a la fundación de una organización de doce de estos centros de pensamiento, de ocho países distintos, que dieron vida a lo que denominan la Iniciativa Latinoamericana de Investigación para las Políticas Públicas (ILAIPP). En la oportunidad, se presentaron algunos trabajos de investigación (uno de Paraguay sobre las políticas educativas y sus pobres resultados en la reducción de la inequidad social) que sirvieron de base para un primer debate sobre las políticas públicas latinoamericanas destinadas a reducir la pobreza.

No pretendo resumir lo que fue el debate, solo reflexionar sobre lo que me pareció lo más llamativo del evento: La ausencia, en general, de los partidos políticos en estos foros.
Originalmente, los partidos políticos eran precisamente tanques del pensamiento, centros de generación de buenas ideas para la elaboración de políticas públicas.

Hoy se han vaciado por completo de contenido. Se transformaron en meros aparatos electorales. Ni siquiera son útiles para generar candidaturas con posibilidades de éxito; los tienen que buscar en las empresas, en las iglesias o en la farándula.

Si no son capaces de generar políticas públicas ni candidaturas apetecibles, ¿cuál es su razón de ser? Deberían hacerse la pregunta. Y recordar siempre aquello que repetía Hugo Chávez con insistencia: “Nunca olviden que yo soy apenas la consecuencia”.