En el cruce de San Martín y España encuentro en estos días, los enormes carteles con los candidatos sonrientes, y también encuentro familias en situación de calle, muchas de ellas indígenas, con niños en sus primeros meses de vida. Este es el reflejo de la situación de miles de familias que en todo el país sufren enormes carencias en los controles adecuados del embarazo, en los cuidados y nutrición tanto de la madre como del recién nacido, en la violencia intrafamiliar, donde los niños/as son los más afectados, incluyendo la desprotección de niñas embarazadas, con la muy grave consecuencia que los daños o retrasos en el crecimiento son prácticamente irreversibles. Esto es lo que vivieron o viven casi 4 de cada 10 niñas y niños paraguayos.
Diversos estudios indican que Paraguay requiere mayores niveles de inversión en salud materno infantil, y en protección social de la primera infancia, donde se encuentra entre los países de menor presupuesto relativo junto a Nicaragua y Panamá. Si no mejoramos esta inversión, el riesgo de reproducción intergeneracional de la desigualdad y la pobreza será creciente.
La buena noticia es que hay avances evidenciados en el Plan Nacional de Desarrollo Integral de la Primera Infancia, junto a su Estrategia Kunu’û, impulsado por diversos ministerios y coordinado por el Ministerio de la Niñez, que tiene el apoyo de la sociedad civil y los cooperantes, además de valiosas iniciativas del sector privado que han mostrado el camino y nos dejan un mensaje muy claro: se puede mejorar si existe voluntad para una mayor y mejor inversión; para ahondar el trabajo interinstitucional con el sector privado y con la sociedad civil, y consolidar estos esfuerzos en una política pública.
En términos de eficiencia económica, la inversión en primera infancia es de las que tienen mayor tasa de retorno en capital humano. Pero más allá del aspecto económico, aquí se trata del respeto y el derecho de niñas y niños para que sean bienvenidos en su país y tengan una oportunidad genuina de vivir con dignidad. Como dice el papa Francisco: “Una sociedad que abandona a los niños y que margina a los ancianos corta sus raíces y oscurece su futuro”.
El otro día saliendo de un supermercado vi a una madre joven que pedía alimentos junto a su hija de 2 años. Le pregunté el nombre de su hija, y la niña sonrió. Me quedo con esa sonrisa inocente que me interpela, y por eso voto por los 1.000 días, con el deseo de que en los 100 primeros días del nuevo gobierno donde se envía el proyecto del presupuesto general de gastos, la primera infancia sea una prioridad. Sin embargo, más allá de las autoridades que sean electas, te invito a sumar fuerzas, a generar el cambio, desde tu empresa, institución; desde tu actuar, porque como dice Raffi Cavoukian “si cambiamos el comienzo de la historia, cambiaremos la historia entera”.