Algo está cambiando en Paraguay. Quizás no con la velocidad que todos quisiéramos o anhelamos ni con la profundidad que esperamos, pero que los vientos renovadores se sienten... se palpan... se intuyen, nadie puede negarlo.
Un sacudón, equivalente al que sometemos a una alfombra antigua, ajada y polvorienta cuando la sacamos de una esquina y queremos lucirla, es el que nos estamos dando los paraguayos y paraguayas, como sociedad.
Y no lo digo solo por la movilización del viernes pasado, esa que hace tiempo nos la debíamos a nosotros mismos y al mundo entero. De hecho -y si la analizamos con rigor- esa manifestación llegó con meses de retraso, casi un año después, si la comparamos con el movimiento de indignación, que se inició en España, o con el de la primavera árabe, que arrancó en Túnez.
Hay otros elementos que nos hacen apreciar mejor ese zarandeo ciudadano que protagonizamos y que obliga a otras instituciones a tomar igual medida. Ahí tenemos por ejemplo la sorpresiva detención del hasta hace poco “intocable” dirigente carpero Victoriano López. El señor este fue aprehendido cuando trataba de reunirse, en el Indert, con el asesor jurídico de la presidencia, Emilio Camacho, por invasión de tierras.
Pero, el indicio más llamativo de que las cosas ya no son como eran fue el dado por efectivos policiales de la Comisaría 13 de Villa Elisa, quienes detuvieron a dos personas por arrojar bolsas llenas de basura en la vía pública. Según el informe elevado a la Fiscalía de esa zona, Hugo Rafael Galeano Cáceres y Lucila Teresa Cáceres de Galeano fueron detenidos por la policía cuando descargaban bolsas de basura de su camioneta, en abierta violación de la Ley 716 del Ambiente. El hecho fue comunicado a la Fiscalía y al Director de Medio Ambiente de esa comuna. Estas personas se exponen a una pena de hasta 5 años de prisión y a una multa de hasta 60 jornales.
Estos pocos hechos mencionados son claros ejemplos del enorme valor del “premio y castigo” a la hora de educar ciudadanos y ciudadanas.