El milagro de salvar al menos una parte de la derruida economía de muchos trabajadores que logran algunos billetes con la visita de los peregrinantes se disipó con el anuncio oficial que las celebraciones de la festividad será sin fieles.
“Es un enorme perjuicio para nosotros. Encima que no hay nada”, se quejaba resignada Margarita Delgado, quien vende chipas desde hace varios años en el epicentro de la capital espiritual.
Como ella, varios vendedores y comerciantes aceptaron resignados la decisión de las autoridades de la Iglesia y el Gobierno. Lamentaron que no se los haya tenido en cuenta en las reuniones que se llevaron a cabo para la suspensión.
Los trabajadores aguardan el calmante económico con los feligreses que aún siguen llegando, mientras piden a la Virgen el fin del infierno pandémico.