12 jun. 2025

VAMOS TODOS A JUGAR AL CUARTEL

Antes del séptimo día

Sábado, 23 de Mayo de 2009

La información me pareció llamativa desde la primera vez que la leí. ¿Un encuentro de juventudes políticas de izquierda en un cuartel militar paraguayo? Sonaba novedoso, pero también conflictivo. Supuse que la decisión estaría bien pensada pues, a priori, se me ocurrían varios otros lugares más apropiados para un evento como este.

Luego de asistir a la penosa sucesión de gaffes, explicaciones contradictorias y polémicas exaltadas que culminaron con la primera crisis militar de proporciones de este Gobierno, me quedan flotando algunas preguntas.

¿Hubo premeditación al decidir hacer el encuentro en un cuartel? Si así fuera, el objetivo sería transmitir la imagen de que las Fuerzas Armadas de este tiempo están consustanciadas con las reivindicaciones revolucionarias de la juventud. Algo así como que pueblo y Ejército marchan juntos a defender las banderas de la liberación nacional. Una jugada audaz que posicionaría simbólicamente a la izquierda en el manejo del poder.

Si esa fue la intención, es obra de ingenuos sin remedio. Hacerlo sin medir el grado de irritación que la decisión generaría en los militares y en buena parte de la ciudadanía, es ofrecer en bandeja argumentos a la oposición para dejar mal parado al Gobierno. Si esa fue la intención, desnuda un grado asombroso de infantilismo político.

¿No hubo premeditación? Jamás descarto la posibilidad de que todo este escándalo no sea sino el fruto de una decisión escasamente meditada. A alguien se le ocurrió el cuartel y la idea fue aprobada en sucesivos estamentos sin que nadie parara la pelota, y planteara las potenciales complicaciones del local elegido.

Si no hubo intención, lo que resulta asombroso es el grado de improvisación de este Gobierno. Nadie visualizó las críticas que vendrían, ningún asesor presidencial evaluó la cuestión jurídica, ni hubo por parte del director de Yacyretá el mínimo rigor en el estudio del destino del aporte económico autorizado. Si no hubo intención, se desnuda un asombroso grado de torpeza política.

Sea por infantilismo, sea por torpeza, esta es una nueva crisis generada por el propio Gobierno. Si hasta la Semana Santa la crítica principal se centraba en la lentitud de sus decisiones, desde entonces, las crisis han venido sucediéndose al ritmo de una por semana. Y ni siquiera puede decirse que alguna de ellas fue generada por la oposición. Al contrario, fueron la seguidilla de crisis y de fricciones internas las que permitieron que esta se reagrupara en torno a los cuestionamientos al Gobierno.

A este coro, se suman entusiastas las voces de los sectores más retardatarios de la sociedad. Las de aquellos nostálgicos que temen que algo cambie, que se afecten sus privilegios o que avancen las ideas de los “zurditos”.

Su vocinglera indignación ocurre, paradójicamente, sin que Lugo haya tomado ninguna iniciativa seria de producir cambios estructurales que sí los podrían golpear como una redistribución de la tierra a los campesinos o una mayor carga tributaria a los sectores más ricos. Lo que hoy los vuelve fuertes son las gratuitas metidas de pata gubernamentales.

Pocas veces un Gobierno ha tenido tanta gente a favor, tan dispuesta a aportar para que las cosas salgan bien. Su buena onda choca contra un Gobierno que no se deja ayudar, que pone en riesgo su único capital político -el apoyo ciudadano- con errores que ni siquiera hacen a las cuestiones de fondo. Lugo y sus aliados deberían tomar nota que no se les perdonará que conviertan las expectativas augurales de hace un año en otra oportunidad perdida.