Durante siglos, muchos hombres separaron su vida (trabajo, estudio, negocios, investigaciones, aficiones...) de la fe; y, como consecuencia de esa separación, las realidades temporales quedaron desvirtuadas, como al margen de la luz de la revelación. Al faltar esta luz, muchos han llegado a considerar el mundo como fin de sí mismo, sin ninguna referencia a Dios, para lo cual han tergiversado incluso las verdades más elementales y básicas.
Habéis contemplado esa pasmosa realidad de que muchos quizá comenzaron por poner a Dios entre paréntesis, en algunos detalles de su vida personal, familiar y profesional; pero, como Dios exige, ama, pide, terminan por arrojarle –como a un intruso– de las leyes civiles y de la vida de los pueblos. “Con una soberbia ridícula y presuntuosa, quieren alzar en su puesto a la pobre criatura, perdida su dignidad sobrenatural y su dignidad humana, y reducida –no es exageración: Está a la vista en todas partes– al vientre, al sexo, al dinero”.
El mundo se queda en tinieblas si los cristianos, por falta de unidad de vida, no iluminan y dan sentido a las realidades concretas de la vida.
El papa Francisco a propósito de la lectura de hoy dijo: “¿Cómo es mi fe en Jesucristo? ¿Creo que Jesucristo es Dios, el Hijo de Dios? ¿Esta fe me cambia la vida? ¿Hace que mi corazón se renueve en este año de gracia, este año de perdón, este año de acercamiento al Señor?
Se trata de una invitación a descubrir la calidad de la fe, conscientes de que esta es un don. Nadie merece la fe. Nadie la puede comprar. Háganse la pregunta: ¿Mi fe en Jesucristo me lleva a la humillación?
Que el Señor nos haga crecer en la fe para que nos hagamos como quienes habiendo oído a Jesús y visto sus obras se maravillaban y alababan a Dios.
(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0141.htm y https://es.catholic.net/op/articulos/14356/cat/565/jesus-siempre-en-union-con-el-padre.html#modal