Fotos: José Bogado
Tres a cinco minutos toma colocarse todos los equipos de protección individual (EPI) en la antesala, situada para ingresar a la unidad de terapia intensiva (UTI). Mamelucos o trajes de protección, doble guante, incluso doble mascarillas; antiparras o algún protector facial, cobertura para el cabello y los zapatos. Todo listo.
El Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (Ineram) habilitó seis pabellones UTI Covid, que exceden al hospital de contingencia –construido en esta pandemia- y alcanza a parte de un bloque del hospital viejo del Ineram.
En los pabellones 1° y 5° están los pacientes más críticos; en su mayoría intubados. En el resto, están los que se encuentran lúcidos, aunque bajo cuidados intensivos, recibiendo asistencia respiratoria no invasiva (oxigenación por cánula o mascarilla).
Al cambio de turno, mediados por el aroma del café que rápido toman, los médicos de la guardia nocturna realizan un informe pormenorizado sobre el estado de cada internado. Los que toman la posta realizan un recorrido por los pabellones para verificar la situación y tomar decisiones.
Se trata básicamente de decidir quién entra o quién sale de la terapia o quién es candidato a la intubación y quién no.
Al pie de cada cama, una carpeta concentra toda la información: medicación suministrada, parámetros vitales y situación clínica.
Con el ajetreo, a veces, basta una sola mirada entre los profesionales de blanco para saber qué hacer: Si a este y al otro le deben bajar o subir el porcentaje de medicación; ventilar más o menos; entre otros de los indicadores para mantenerlos con vida.
En lo posible buscan evitar que el paciente ingrese a intubación, donde si su estado es grave tiene altas probabilidades de no volver.
Una hilera de sueros, ampollas colgando y equipos rodean a los que se encuentran más graves. Están conectados a las máquinas de arriba abajo; desde los tubos nasofaríngeos para la alimentación, a los catéteres intravenosos, drenaje para orinar, vías para medicamentos, saturómetros en los dedos de pies y manos, etc.
El equipo de guardia está compuesto por un par de médicos y dos personales de enfermería, quienes revisan, de manera constante, a cada paciente. Al menos cinco minutos le dedican a cada uno en las recorridas que se realizan a menudo en UTI.
Hay siempre un médico de guardia en cada sala que no les quita la vista a los enfermos y está atento, junto a enfermeras y enfermeros, a cada uno de los signos vitales de los internados.
Las salas UTI en el Ineram siguen con un alto nivel de ocupación (98%). Si una cama está vacía, es por un alta o un deceso. Pero, mientras unos salen, otros ingresan o están en lista –estabilizados en sala común- de los candidatos a la terapia.
“Desde julio tengo la terapia Covid llena. Hoy (por el miércoles) tuvimos un alta de un paciente que salió, festejamos; y en otra sala, falleció un paciente. Así va nuestro nivel. Para las dos camas libres ya hay pacientes esperando”, relata el Dr. Alberto Ortiz, jefe de la UTI-Adultos.
Desde el mes señalado hasta hoy, las jornadas son frenéticas en ese sector del hospital de contingencia. Durante el día, a menos que se produzcan ingresos de urgencia, todo transcurre con la misma calma que precede a una tormenta.
“Generalmente, el paraguayo se quiere enfermar a la noche nomás”, le dice uno de los médicos al reportero gráfico de ÚH, mientras pasan junto a los internados críticos.
“O sea, a partir de las 19:30, el paraguayo quiere venir a la urgencia y de día no viene”, revela.
Esto genera doble dificultad: Por las noches están menos en la guardia y, a la par de atender a los que están internados, deben socorrer a los nuevos que ingresan.
La mayoría de los que llegan durante el horario nocturno lo hacen en estado grave: Son personas que llegan ya con un cuadro avanzado de la enfermedad y que muchas veces requieren ir directo a la intubación en terapia.
Ese procedimiento es el más delicado en el ámbito de los intensivistas. “El operador que va a intubar tiene que ser el más experimentado que está en ese momento en la sala”, comparte el doctor Ortiz.