Por Wilson Ferreira
CIUDAD DEL ESTE
La pobreza en el Paraguay no necesariamente está supeditada a los recursos naturales insuficientes, ni a un territorio reducido, ni tampoco a los altos niveles de analfabetismo, o a la falta de preparación técnica.
La miseria no es provocada por el hecho de que algunas personas o compañías son ricas, ni porque la brecha entre ricos y pobres se ensancha. La avaricia y la especulación no son las culpables. No existe porque la deuda externa e interna sea una pesada carga, ni por el déficit de sus balanzas de pagos. Tampoco porque la moneda local sea débil o porque el Gobierno es insolvente, ineficiente o ladrón, aunque es cierto que mejorar algunos de estos factores puede aliviar la situación.
La solución práctica a la pobreza no descansa en empleadores paternalistas, sindicatos victoriosos, financiamiento del Gobierno, redistribución de la tierra, tecnología súper-avanzada, educación universal, elecciones democráticas supervisadas por la Organización de Estados Americanos (OEA), políticos populistas, condonación de deudas, donaciones del Banco Mundial. No tiene que ver con la sensibilidad ni con la generosidad.
La causa de la pobreza tiene directa relación con la actitud con que cada pueblo se enfrenta a su destino. En nuestro país hay una estructura económica que impide el progreso y perpetúa actitudes empobrecedoras en la población, que claramente se reflejan en algunos dichos muy extendidos y populares, como el “así nomás”, el “ya da ya”. El conformismo enfermizo y barato de nuestra gente, que prefiere una moneda hoy, a cambio de otros cinco años de saqueo.
Esa es la verdadera causa de nuestro desastre económico, y solo con un cambio de actitud podremos corregirlo. De lo contrario, todo seguirá igual en los próximos 30 años.
Si no cambiamos de actitud, difícilmente podremos crear prosperidad, sin importar cuánto tiempo, recursos, dinero, preocupación, lamentos o sermones dediquemos a la solución de la pobreza. En el Paraguay (me incluyo) perdemos más tiempo criticando a los demás antes que aportar ideas y asumir nuestra cuota de responsabilidad.
El estancamiento se ve reflejado en dos fenómenos que causan y perpetúan la pobreza: el desempleo y la escasez de capital.
El desempleo o subempleo es un importante saldo de las actitudes y estructuras descritas. El desempleo es causado principalmente por salarios irreales y no bajos. Surge cuando los salarios no están relacionados a la productividad, sino por las presiones de sindicatos o por decisión gubernamental.
Casi nadie reconoce el hecho de que cuando la productividad de los trabajadores es insuficiente como para proveer un “salario vivible” o un “salario familiar”, esa compañía o industria particular genera pérdidas y va camino a la bancarrota. En Paraguay hay muuuuuuchos ejemplos.
En cuanto a la escasez de capital, es el segundo resultado del problema estructural y de actitudes. El capital es escaso porque se desperdicia, o porque se restringe su creación o importación. El capital es esencial para hacer más productiva a la fuerza laboral y para financiar y suministrar muchos proyectos generadores de riqueza.
No nos sentemos a esperar que todo venga de arriba. Es necesario cambiar el modo de vivir para producir el cambio verdadero en nuestra nación. Todo es cuestión de actitud. Me pregunto: ¿Hasta qué punto los paraguayos estamos dispuestos a cambiar viejos hábitos?