24 abr. 2024

Un niño guerrero en Acosta Ñu y emprendedor en tiempos de paz

En la historia del Paraguay existen protagonistas no suficientemente recordados. Un apunte manuscrito permite rescatar a José Gaspar Gómez, niño héroe en las batallas de Piribebuy y Acosta Ñu, luego uno de los fundadores del Partido Liberal y pujante industrial.

José Gaspar Gómez y el manuscrito que rescata su conmovedora historia.

José Gaspar Gómez y el manuscrito que rescata su conmovedora historia.

Andrés Colmán Gutiérrez
Periodista y escritor


Tenía apenas 12 años de edad cuando le tocó pelear como niño soldado en la heroica y trágica batalla de Acosta Ñu, el 16 de agosto de 1869, durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870).

José Gaspar Gómez había nacido el 6 de enero de 1857, en Asunción, hijo de madre soltera, una humilde mujer “cuya única fortuna fue su hijo”, según destaca el historiador Manuel Riquelme, en un capítulo de su libro Héroes. Compendio de la Guerra de la Triple Alianza (Servilibro, 2006).

La mujer huyó de la capital con su hijo cuando el ejército aliado invadió la ciudad. “Su calvario con José Gaspar comenzó en Pikysyry, ya hambrienta y descalza, sobrellevando penurias, ayudada por su hijo en lo que estaba a su alcance, a pesar de su corta edad, quien uniendo fuerzas con otros se internaba en los montes para juntar frutas silvestres como alimento”, narra Riquelme, con base en el testimonio que le había brindado el propio José Gaspar Gómez, quien fue suegro del historiador.

El niño también hacía de espía, desplazándose para vigilar los movimientos de las tropas enemigas e informar luego a los oficiales paraguayos, aprovechando su habilidad “por ser un chico audaz, despierto y escurridizo, con una habilidad especial, la de saber esconderse agazapado entre los matorrales”, según el testimonio.

LA DEFENSA DE PIRIBEBUY

José Gaspar y su madre llegaron a la ciudad de Piribebuy, entonces capital provisoria del país, en los primeros días de agosto de 1869. La ciudad estaba rodeada por el ejército invasor y sus pobladores se preparaban a resistir, con una exigua dotación mal pertrechada de poco menos de 2.000 personas ante una fuerza enemiga de 20.000 combatientes.

“Todo el pueblo estaba presto con lo que tenían para defenderse en la batalla que se avecinaba. Sabían que no podían vencer, solo les quedaba el patriotismo para morir”, cuenta el historiador Riquelme, a partir del relato de José Gaspar.

Cuando empezó el ataque, el niño estuvo en la resistencia junto a su mamá, al igual que la mayor parte de los pobladores. “Tanto él como la madre pelearon cuerpo a cuerpo; ella, con una vara de tacuara, que en la punta amarró un cuchillo, con el que echaba de la montura al adversario. El niño, aprovechando la momentánea caída del jinete, le daba un certero golpe en la cabeza con un hierro…”, relata Riquelme.

Un mayor del ejército paraguayo se interpone entre un soldado brasileño que iba a matar al niño y recibe el lanzazo fatal, inmolándose para salvarlo. En un momento de caos y desbande, José Gaspar pierde a su madre, a quien considera muerta. Tras conseguir escapar del asedio en Piribebuy, marcha con los restos del ejército hacia Barrero Grande, jurando vengar a su progenitora.

EL INFIERNO EN ACOSTA ÑU

La batalla de Acosta Ñu, el 16 de agosto de 1869, fue igualmente desproporcional, con unos 3.500 combatientes paraguayos, en su mayoría, niños y ancianos, contra un ejército aliado de más de 20.000 hombres, que además los superaban en armamentos.

José Gaspar Gómez estaba allí, en el batallón de los niños soldados. “Armados con fusiles a chispa, machetes, palas, cuchillos caseros y lanzas, imbuidos de valor y coraje para entrar en combate. Eran como leones heridos, sabiendo que iban a morir por la desigualdad numérica”, cuenta Manuel Riquelme.

José Gaspar resistió al límite de sus fuerzas. Cuando ya estaba resignado a caer bajo las balas enemigas, ocurrió lo imprevisto: su madre apareció en el campo de batalla. La mujer había logrado sobrevivir a la batalla de Piribebuy, había seguido el rastro de su hijo perdido y ahora estaba allí, herida con un profundo corte de sable en la espalda, buscando a su niño.

“De repente, lo divisa casi desmayado, todo magullado y herido en una pierna. Precavida, se le acerca arrastrándose en la planicie para no ser visualizada… Casi sin fuerzas, solo atina a cavar un espacio con las manos para esconderlo, tapándolo con un cuerpo masacrado, hasta que se alejen los aliados de la zona, después de su rastrillaje usual”, escribe el historiador.

A la noche, madre e hijo se abrazan con el fondo de los campos quemados y buscan un refugio seguro. A la mañana se encuentran con otras mujeres sobrevivientes buscando los cuerpos de sus hijos.

“Durante ese largo peregrinar por montes, esteros, valles y quebradas, pasando hambre y frío, José Gaspar contrajo la viruela negra, a la que también venció. Esa fue su cicatriz visible, a pesar de llevar durante toda su vida otra cicatriz, la del recuerdo del horror de ser partícipe de ese genocidio que, como sobreviviente, tenía la misión de describir…”, concluye el relato recogido por el historiador Manuel Riquelme.

SUPERANDO LAS HERIDAS

El relato llegó en un sobre hasta la Redacción de El Correo Semanal, de Última Hora, entre otras copias y varias hojas manuscritas, junto a un par de fotografías, alcanzadas por una nieta de José Gaspar Ayala, quien prefiere no ser nombrada en el artículo. “Solo pido que rescaten a un hombre olvidado en el tiempo”, pedía en una de las notas.

Entre los datos, recopilados del archivo del ex embajador Miguel Solano López (nieto del Mariscal Francisco Solano López), es posible reconstruir parte de la posterior trayectoria del niño soldado de Acosta Ñu, que logró superar las heridas y convertirse en un pujante emprendedor en tiempos de paz.

De las hojas dispersas se puede discernir que el apellido original de José Gaspar era Peña, pero adoptó el apellido Gómez de quien fue su padre adoptivo tras la Guerra, con quien trabajó desde 1880 en la tienda La Cigüeña, en el centro de Asunción, de la cual luego se hizo cargo. Posteriormente la convirtió en la casa comercial Gómez y Compañía.

Convertido en un próspero empresario, en 1910 fundó la Azucarera Paraguaya SA en Tebicuary, Departamento de Guairá, y luego la Compañía Paraguaya de Seguros SA. En 1907 adquirió una señorial residencia sobre la actual avenida Mariscal López, que se convertiría en la reconocida Quinta Gómez, y luego sería la primera residencia presidencial, Mburuvicha Róga, en donde vivió el presidente Higinio Morínigo. Posteriormente también sería sede de la Vicepresidencia de la República.

Aunque activó por poco tiempo en política partidaria, José Gaspar Gómez fue uno de los firmantes del Acta Constitutiva del 27 de junio de 1887, en la que se fundó el Centro Político, que luego se convertiría en el Partido Liberal. Fue muy amigo de grandes personalidades, como Eligio Ayala, Cecilio Báez, Manuel Burgos, José Patricio Guggiari, Bruno Guggiari, Arturo Bray, Juan de la Cruz Ayala (Alón), Francisco Brizuela, Lizandro Díaz León, Benjamín Banks, Gerónimo Zubizarreta, entre otros.

Entre sus descendientes se cuentan los Gómez Brizuela, Gómez Fleytas, Gómez Frontanilla, Gómez Vaesken, Gómez Netto, Gómez Bedoya, Gómez Riquelme, Riquelme Saguier, entre otros.

José Gaspar Gómez falleció en Asunción, el 8 de febrero de 1935. Gran parte de su historia personal es muy poco conocida. “Es justo rescatar lo que fue, lo que hizo por su país”, dice su anónima nieta en un puñado de hojas manuscritas.

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