La capacidad humana de aprender y crear dependencia en gran medida de las conexiones que se generan en el cerebro en los primeros mil días de vida; un fenómeno que se consolida en los mil días siguientes. No es especulación, sino una constatación científica. Por eso, las naciones más desarrolladas concentran sus recursos económicos, jurídicos y humanos en el cuidado de los primeros cinco años de vida de su gente. Su futuro se define en ese lustro.
Es también un hecho que las naciones que consiguieron superar el subdesarrollo son aquellas que a una población cuidada desde su primera infancia le garantiza educación pública de calidad y luego condiciones para investigar, innovar y crear. Eso les permitió desarrollar, mejorar o descubrir formas inéditas de enfrentar viejos y nuevos problemas y necesidades, suyas y del resto del mundo. Son los líderes en tecnología, innovación y desarrollo.
En el Paraguay somos campeones en arruinar oportunidades. Palabras como primera infancia, estimulación temprana o investigación e innovación empezaron a figurar en las políticas públicas recién a comienzos del nuevo milenio; y aún hoy siguen siendo letra muerta, gracias a una clase política mayoritariamente mediocre, irresponsable y/o corrupta. Su última gran colaboración fue el dictamen de la Comisión Bicameral del Congreso que estudia el Presupuesto público para el año próximo. Una joya.
No es un secreto que los números del Estado están en rojo. Los más de 320.000 burócratas públicos absorben más del 80% de los ingresos del Fisco, y casi no queda margen para seguir tomando préstamos. Cualquier gasto nuevo obliga a recortar otro. Así pues, en este escenario, en el que necesariamente hay que hacer equilibrio, queda al desnudo de manera ejemplificadora qué cosas son importantes para quienes detentan el poder político.
A las pruebas me remito. La Bicameral decidió sumar a la nómina pública otro millar de cargos. Eso cuesta cientos de miles de millones de guaraníes más, dinero que había que sacar de algún lado; y no se les ocurrió mejor idea que asignarle los impuestos con los que había que comprar la merienda escolar y los útiles para los estudiantes de la primaria.
Un zarpazo así jamás pasaría desapercibido, así que taparon el agujero con un supuesto excedente del Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación. Se trata de un fondo fiduciario al que van recursos que reciben el país en compensación por su energía en Itaipú, recursos que —por ley— solo se pueden usar en educación e investigación. No hay allí ningún excedente. El dinero está asignado a programas elaborados por el Ministerio de Educación, programas que se deben ejecutar a lo largo del tiempo. Para eso es un fondo fiduciario.
El Parlamento le arrebató este año más de 23 millones de dólares. Y ahora le recortó otros 17 millones para financiar indirectamente la creación de cargos públicos. La cosa se pone color de hormiga cuando revisamos qué se dejará de hacer debido a este zarpazo. Resulta que el dinero estaba asignado nada menos que a primera infancia, investigación y formación de capital humano.
Eliminaron de un plumazo el servicio de jardín y prejardín para 3.500 infantes, de tres a cinco años de edad, y el programa de atención domiciliaria y seguridad alimentaria (que incluye maestras mochileras y nutricionistas) para cinco mil niños y niñas de entre cuatro meses y tres años. Suspendieron la construcción y equipamiento de 120 aulas y la provisión de 21.500 computadoras para laboratorios informáticos de más de mil escuelas.
De paso, abortaron 130 nuevas investigaciones, dejaron sin beca a 35 jóvenes que lograron admisión en las mejores universidades del mundo, y le dieron la extremaunción a Becal, el programa más ambicioso de formación de capital humano desde los tiempos de Carlos Antonio López.
Y todo eso para colgar más gente del Presupuesto público de la nación. Eso es garantizar el futuro, un futuro de mierda.
