Editado por Planeta, el libro póstumo del malabarista de la palabra, del maestro del periodismo literario, lleva un prólogo de Luis Mateo Díez y reúne casi setecientos textos emitidos por un veinteañero Francisco Umbral en “La Voz de León”, entre 1958 y 1961.
Pero Francisco Pérez Martínez, Paco Umbral, en aquellos años ya hacía literatura de todo lo que pillaba, y en estos textos mezclaba su amor por la palabra, con el tiro fino y acertado, y el pensamiento filosófico y poético, sin olvidar tampoco el tono local.
Unos textos que se hallaban perfectamente colocados y ordenados en una maleta en la casa del escritor y que fueron hallados por su esposa María España.
"Él jugaba con las palabras como lo hacia a las canicas en su infancia. Su infancia fueron las palabras. Fue autodidacta, leyó todo lo que caía en sus manos, además cuando su madre empezó a trabajar en el Ayuntamiento de Valladolid (centro norte de España) le dejaba en la Biblioteca”, explica Isabel Martínez Moreno, editora de Francisco Umbral y también experta en Antonio Gala.
“Diario de un noctámbulo” se divide en tres partes y es en la primera “Buenas Noches” (1958), donde aparece un Umbral intimo y poético, el escudriñador del alma, el pintor de las debilidades, donde se muestra más solidario y empático con los que viven al margen.
“Buenas noches, suicida, hombre que a esta hora alta y sobrenatural velará en algún puente del mundo su muerte voluntaria, su nocturna muerte que le espera en el agua, en la corriente, como una negra barca sin remos; buenas noches...”, así hablaba Umbral a los 26 años.
“Fijaba ya la mirada poética en la gente marginal, se ofrecía para darles fuerza. Les tendía la palabra para retratarlos y se ofrecía como redentor, hablaba de misericordia, de enfermos”, subraya Isabel Martínez Moreno.
Pero el Umbral cronista fino e irreverente con la actualidad nacional o internacional y sus personajes asoma también en estas páginas, en las que se cruzan también crónicas de cine, teatro o música.
En ellas atiza, por ejemplo, a una Françoise Sagan, a la que llama “fea y experimentada, musa poco agraciada del amor escéptico, anda en pleitos y vuelve a la actualidad de los periódicos...”.
Y, como no, dedica toda una parte de sus palabras a su pasión, la literatura y a los escritores Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Miguel Delibes, Albert Camus o Gerardo Diego.
Carmen Sigüenza