21 ago. 2025

Un erudito que marcó la cultura del siglo XX en Paraguay

Vivió setenta años. A pesar de largos periodos de tiempo de ausencia en el país, Juansilvano Godoi -como le gustaba firmar- mostró su amor al país legando su profusa biblioteca y sus invalorables obras de arte.

Por Blas Brítez

Periodista

Así escribía su apellido, con i latina, reemplazando la griega, adivinando la inutilidad de esta última ante la pesada herencia lingüística de los idiomas romances: Juansilvano Godoi. De hecho, en todos sus escritos, que no fueron muchos pero medulosos, desterró todo atisbo de la helénica letra, en una muestra de inocente audacia cuando ni siquiera el poeta español Juan Ramón Jiménez había empezado a desechar la G por la J de su propio apellido.

LOS 20 MIL LIBROS. El solo hecho de reconocer que este señor, a su muerte, con la obligada anuencia de sus herederos, dejó al Estado paraguayo los 20 mil volúmenes que conformaban su biblioteca, ya de por sí justifica su inclusión, en un lugar privilegiado, dentro de la historia de la cultura paraguaya. Además, y en especial desde la vuelta de su exilio argentino, fue un centro animador de las manifestaciones del intelecto nacional.

Hay quienes dicen que nuestro personaje nació en 1850, pero según Raúl Amaral -y hay sólidas razones para considerar una fuente fidedigna a este gran estudioso de la cultura paraguaya- nació cuatro años antes, en 1846. Siendo aún muy joven, fue enviado a Argentina por Francisco Solano López, más específicamente a Santa Fe, para que continuara sus estudios, ya enterados todos de su paciente inclinación al conocimiento.

Como era de esperarse, se internó en un centro educativo jesuita, en donde la influencia religiosa iba a la par de la rigurosidad erudita. En el colegio de la Inmaculada de la Concepción fue compañero de quien tiempo después sería un hombre reputado de las letras uruguayas, el autor de Tabaré, Juan Zorrilla de San Martín. Luego, ya en Buenos Aires estudió la carrera de Derecho, aunque no la concluyó.

REGRESO Y NUEVO EXILIO. Con la ocupación brasileña en la Guerra de la Triple Alianza -de la que se había librado con la oportuna beca de estudios- regresó a Asunción en 1969. Fue elegido como uno de los redactores de la Constitución de 1970. Años después, se vería envuelto en algunos hechos políticos que lo obligaron de nuevo a partir al exilio: el asesinato del presidente Juan Bautista Gill, en 1877, en el que tuvo directa relación un hermano suyo (se dice que el cerebro era él), hecho que desató una persecución contra su persona.

A partir de allí, pasaría otros largos 18 años en Buenos Aires, en donde crecería intelectualmente, se codearía con la élite de la intelectualidad porteña y adquiriría su Biblioteca Americana, la que sería su regalo a Paraguay, y que hoy puede consultarse en la Biblioteca Nacional. Además, los cuadros de Coubert, Murillo y Tintoretto que pertenecen al Museo Nacional de Bellas Artes (que dirigió) le pertenecieron a Godoi.

SU OBRA. A su regreso, se incorporó de pleno a la vida cultural y política paraguaya. No tardó en tener apasionantes como encarnizados debates con otros referentes intelectuales del medio, como José Segundo Decoud, Cecilio Báez, el padre Fidel Maíz, casi siempre sobre cuestiones históricas, las que dominaban la escena nacional en aquellos primeros años del siglo XX.

Fue contemporáneo, aún siendo mayor, de los representantes más importantes del novecentismo, y con ellos confrontó y compartió.

Publicó poco y hoy sus libros son acaso inhallables. Le debemos títulos como Monografías históricas (1893), Operaciones de Guerra del general José Eduvigis Díaz (1897), El concepto de patria (1998), entre otros.

De todos modos, desde los lugares en que le tocó aportar lo suyo, como especie de abuelo sapiente y memorioso de la cultura, el nombre de Juansilvano Godoi todavía pide que se lo recuerde, como sea.