19 abr. 2024

Transporte privado de pasajeros

Entre las informaciones leídas la semana pasada, me quedé pensando en una de este medio, cuyo título rezaba lo siguiente: “El colmo: Empresarios del transporte piden ‘garantías’ para mejorar servicio”. Verdaderamente, la solicitud del sector parece no poder superarse razonablemente, cuando lo que menos ofrece es garantías para aquellos a quienes brinda el servicio.

El transporte de pasajeros es el calvario diario de los ciudadanos, quienes pasamos en los colectivos por ratos no tan amenos muchas veces, con más de uno que puede contar su ingrata experiencia en los autobuses de la República.

Sin embargo, ahora arguyen que para mejorar necesitan que el Estado haga más. ¡Pero por favor, si ustedes han hecho apenas lo mínimo! Son frases manidas, pero hay que repetir que vamos apretujados como sardinas en lata tantas veces, con la inseguridad que nos espera en cada micro, llegando a límites insospechados de tolerancia en cada viaje.

El transporte privado de pasajeros –porque de público tiene apenas el subsidio multimillonario que lo terminamos pagando todos– es de los peores servicios de este país. Transporte privado que solamente busca el lucro por el lucro. No existe frecuencia cierta, no existe cantidad precisa, no hay certeza de que llegaremos a destino.

Este transporte privado que tiene que ser público alguna vez, que debe platear la mejor solución para el traslado de las personas, y entonces aquellos que hoy se ven obligados a utilizar automóviles seguramente los dejarán en sus casas. Mientras tanto, veo muy difícil que la situación cambie.

Según Última Hora, desde el Centro de Empresarios del Transporte del Área Metropolitana (Cetrapam) –entendemos por qué no es transporte “público”– argumentan “que la pandemia redujo la prestación del servicio y la cantidad de pasajeros”, produciendo “una migración hacia otros sistemas de movilidad”. “Estamos en proceso de recuperación, en el que inclusive recién estamos recuperando el caudal de pasajeros que ha subido 20% después de la pandemia: hay 30% de desaparecidos que ha comprado una moto o van en Uber o Bolt y de esos estimamos que 10% ya no regresa como usuario del transporte”, afirmó César Ruiz Díaz, titular del Cetrapam.

Me encantaría saber de dónde salen esos datos del siempre bien ponderado señor Ruiz Díaz, que se hagan públicos, que se estudien las posibles soluciones. Las estimaciones no valen, tienen que ser análisis más claros.

Van a acusarme de apelar demasiado a la intertextualidad, pero la nota de Última Hora lo vale. Me cuesta creerle al señor del Cetrapam. “Con el sistema tarifado del estacionamiento, se vislumbra la posibilidad de que aumente coyunturalmente la cantidad de pasajeros para lo cual estamos preparados, en términos de cantidad de buses”, dijo también. Entonces, por qué no vemos esos buses en las calles ahora, ¡qué joda!

Siguiendo con el colmo, el empresario del transporte vaticina que el incremento no será sustancial. “Hoy la gente viene en un automóvil entre cuatro pasajeros y se dividen los gastos. Del mismo modo se van a dividir los gastos del estacionamiento y la comodidad sigue siendo diferente”, indicó. Pregunto de vuelta: ¿Por qué entonces no mejoran el servicio de una buena vez?

“Hoy no se puede hacer el ejercicio de la inversión acelerada en el transporte público porque no existen garantías jurídicas, no hay proyectos de transporte, tampoco objetivos claros de mejoramiento del transporte dentro de la autoridad de aplicación”, agregó Ruiz Díaz. Algo de verdad por el abúlico Estado, pero ahecha’i igual.

Tras la perorata, admito que también encontramos buenas experiencias en los traslados, como el de las personas solidarias que están dispuestas –y pueden– a pagar el pasaje de quienes justo no tienen saldo en sus tarjetas del billetaje. Pero de nuevo, ¡ay!, ¡el bendito billetaje! Ese que inutiliza billetes de “curso legal y fuerza cancelatoria ilimitada en todo el territorio”, ¡hasta los de G. 100.000!, cuya cita precedente se encuentra precisamente al pie del papel moneda del Paraguay. En fin. Buena semana.

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