Desde las manos de los adultos, los billetes empezaron a volar en el rectángulo preparado para la ocasión, dando un inicio diferente al tradicional vito.Cual piñata de varios megatones que explota, los pequeños se abalanzaron sobre los billetes. Hubo gritos, forcejeos, empujones, algún que otro arañazo, alguno perdió un zapato.
El cardumen infantil seguía atento cada nueva repartija, indiferente al sacerdote que hablaba desde adentro del templo a través de los parlantes. En el cenit del día, el balcón del campanario, censurado epicentro de la tradición, mostraba su silencioso vacío.
El cardumen engulló sus últimos bocados de plata. Luego, las galoperas empezaron a danzar en la explanada central. La música sonaba alegre.
Pero en el ambiente se percibía la división de las aguas en la ciudad.
La decisión de los responsables de la parroquia de no permitir el uso del balcón para el vito, enojó a muchos.
“Consideramos una traición”. “No es lo mismo que se haga en esta parte que desde la capilla”. “No respetaron la tradición de la ciudad”. “El pueblo levantó este templo”, fueron algunos de los ofuscados reclamos.
Los pobladores que siguen la tradición, dejaron en claro que seguirán insistiendo por recuperar su tradicional lugar, desde el cual realizaban el vito.
Por ahora, desde la parroquia están firmes en la decisión del no. Para ello, cuentan con la voz suprema del Arzobispo de San Lorenzo. Queda un año para ver si se calman las aguas con una promesa de paz.
Les ofrecimos otras alternativas pero ellos quieren seguir con esto. Creemos que hay otras maneras de agradecer.
Christian Riquelme,
Fray de Guarambaré.