El primer imperativo es “Venid a mí”. Dirigiéndose a los que están cansados y oprimidos, Jesús se presenta como el Siervo del Señor descrito en el libro del profeta Isaías. En la invitación de Jesús encuentran finalmente la respuesta a su espera: al convertirse en sus discípulos reciben la promesa de encontrar descanso durante el resto de su vida. Una promesa que al finalizar el Evangelio es extendida a todas las gentes: “Id, pues, –dice Jesús a los Apóstoles– y haced discípulos a todas las gentes”.
El segundo imperativo dice: “tomad mi yugo”. En el contexto de la Alianza, la tradición bíblica utiliza la imagen del yugo para indicar el estrecho vínculo que une al pueblo con Dios y, en consecuencia, la sumisión a su voluntad expresada en la Ley. En polémica con los escribas y los doctores de la ley, Jesús pone sobre sus discípulos su yugo, en el cual la Ley encuentra su cumplimiento. Desea enseñarles que descubrirán la voluntad de Dios mediante su persona: mediante Jesús, no mediante leyes y prescripciones frías que el mismo Jesús condena. ¡Basta con leer el capítulo 23 de Mateo!
Su consecuencia es el tercer imperativo: “Aprended de mí”. A sus discípulos Jesús planea un camino de conocimiento y de imitación. Jesús no es un maestro que con severidad impone a los demás pesos que el no lleva: esta era la acusación que hacían los doctores de la ley. Él se dirige a los humildes, a los pequeños, a los pobres, a los necesitados porque Él mismo se hizo humilde.
A veces nuestro cansancio está causado por haber depositado nuestra confianza en cosas que no son lo esencial, porque nos hemos alejado de lo que vale realmente en la vida.
Tener la mirada fija en el Hijo de Dios nos hace entender cuánto camino debemos recorrer aún; pero al mismo tiempo nos infunde la alegría de saber que estamos caminando con Él y que no estamos nunca solos. Ánimo, entonces, ¡ánimo! No nos dejemos quitar la alegría de ser discípulos del Señor.
Cada domingo extractaremos algunas frases de la Exhortación Apostólica Gaudete Et Exsultate del Papa sobre el llamado a la Santidad.
“Una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora. El desafío es vivir la propia entrega de tal manera que los esfuerzos tengan un sentido evangélico y nos identifiquen más y más con Jesucristo. e la vida familiar”.
(Frases de http://www.vatican.va y http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html)