Al respecto de la lectura de hoy el papa Francisco dijo: “Jesús ora al Padre para que los suyos sean perfectamente uno”: Quiere que sean entre ellos “uno”, como él y el Padre. Es su última petición antes de la Pasión, la más sentida: Que haya comunión en la Iglesia. La comunión es esencial. El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho daño a la Iglesia tentando nuestra humanidad.
Provoca la presunción, el juicio sobre los demás, las cerrazones y las divisiones. Él mismo es “el que divide” y a menudo comienza haciéndonos creer que somos buenos, quizá mejor que los demás: Así tiene el terreno listo para sembrar la cizaña. Es la tentación de todas las comunidades.
Extractamos frases de una carta de monseñor Fernando Ocáriz, que nos pueden ser útiles en este momento especial que vivimos: “Me vienen a la memoria estas palabras de San Josemaría: ‘Jesús sabe de delicadezas, de decir la palabra que anima, de corresponder a la amistad con la amistad: ¡Qué conversaciones las de la casa de Betania, con Lázaro, con Marta, con María!’”.
Aunque, en muchos sitios, se está volviendo gradualmente a una nueva y relativa normalidad, todavía queda camino por recorrer. Pidamos al Señor la fuerza para llevar con buen ánimo las serias dificultades que este periodo está dejando en las familias, en los ambientes profesionales y en las iniciativas de apostolado. No dejemos tampoco de acompañar con nuestra oración y –cuando sea posible– con nuestra ayuda a las innumerables personas que, en diversos países, aún se encuentran en situaciones particularmente dramáticas.
En este mes de mayo y ante la situación global de este mundo nuestro, acudimos muy especialmente a la mediación materna de Santa María, Mater misericordiae.