24 jun. 2025

Sin voluntad política no se podrá vencer el grave problema del desempleo

La falta de empleos es uno de los eslabones más críticos de una economía a la deriva, sin políticas concretas para responder a las necesidades. Las consecuencias sociales de esa desidia son graves: migraciones por dentro y hacia afuera; pobreza creciente, degradación humana, delincuencia, suicidios y desencanto.

La Fundación Desarrollo en Democracia sostiene que de los 130 mil puestos nuevos de trabajo requeridos cada año para responder a la demanda de los que ingresan al mercado laboral, apenas hay una respuesta de poco más del 20 por ciento. Alrededor de 100 mil personas quedan al margen del circuito del empleo formal.
Esa es la razón por la que tantos compatriotas son empujados a buscar alternativas en la Argentina, España, Norteamérica u otras latitudes. La ausencia de expectativas que les den la esperanza de que sus respectivas situaciones van a cambiar es lo que les lleva fuera de la patria.
Buscar horizontes nuevos en otras naciones no es, sin embargo, la única salida que encuentran los afectados por la situación. Muchos campesinos abandonan sus hogares para afincarse en el Área Metropolitana de Asunción, con la falsa creencia de que aquí existen opciones que les permitirán mayor acceso a bienes y servicios.
Mientras tanto, el Gobierno mira con los brazos cruzados cómo se va deteriorando la calidad de vida de la población y de qué manera aumenta la cantidad de gente que se enmarca en la categoría de pobreza crítica. Ante ese panorama, no se ven hechos constatables que permitan pensar que algún interés tiene en cambiar la realidad en este aspecto.
El Servicio Nacional de Empleo, del Ministerio de Justicia y Trabajo, es apenas un apéndice burocrático que no tiene estrategias para la creación de nuevas fuentes de ocupación ni mecanismos eficaces para detectar los sectores en los que hay oportunidades laborales.
El Viceministerio de la Juventud tendría que haber dado prioridad a los miles de jóvenes ávidos de dedicar su tiempo a alguna actividad productiva. Sin embargo, brilla por su inoperancia, su desidia y su falta de compromiso.
Un argumento a menudo utilizado es que el mercado debe generar empleos. Es verdad, pero para ello tienen que darse las condiciones socioeconómicas adecuadas. En este contexto, el papel del Estado es de vital relevancia.
Lo que hace falta es una política global de empleo que surja de la consideración de las diversas aristas de la problemática ocupacional para establecer el rumbo a seguir. Recurriendo a la creatividad, su objetivo a largo plazo debe ser el empleo pleno, logrando de ese modo que la mano de obra disponible esté al servicio del desarrollo local y no de otros países, como ocurre ahora.
Es necesaria una voluntad política para arremeter en contra del mal que se agudiza cada vez más. De lo contrario, en corto tiempo, la crisis económica puede transformarse en un caos social de gran envergadura. Por lo tanto, siempre será mejor pensar en la solución ahora, no cuando ya el desborde se apodere de las calles.