Desde Ypacaraí hasta Caacupé, el camino está desierto en un día de la semana con cielo nublado y llovizna. El tramo que cada año copan los peregrinos y promeseros ahora se convirtió en una zona desierta. Escasos vehículos, cinco a siete puestos de venta de comida y yuyos para el mate o tereré, son escenas que conforman este paisaje atípico en el año en que la pandemia paró todo, hasta la gran peregrinación rumbo a la Virgen de Caacupé.
En ese paisaje atípico al subir el cerro, no hay bullicio, ni gente orando, ni peregrinos descansando al borde de la ruta con los pies ampollados, ni desmayos. Solo casi al llegar a la Basílica Menor, hay policías que resguardan la zona para evitar las masiva peregrinación, que este año está restringida como una medida sanitaria contra el Covid-19.
Los peregrinos acatan la prohibición de peregrinar días previos a la fiesta patronal del 8 de diciembre, como protocolo para evitar un masivo contagio del coronavirus. La cantidad de infectados aumenta cada día, con casi 1.000 nuevos casos en los primeros días de diciembre.
La pandemia paró la movilización masiva, pero los promeseros mantienen intacta la fe, con esperanza de volver a peregrinar en los próximos años.
El panorama es casi desolador. En un día, que un año atrás, con lluvias, entre semana, calor de casi 40 grados, no representaba un impedimento para que los promeseros peregrinasen hasta la Basílica de Caacupé. Hoy la historia cambió y este año atípico quedará marcado en la historia.
En la zona del Kurusu Peregrino, ubicada en el kilómetro 48 de la ruta PY02, el punto de encuentro para caminar hasta la Basílica de la Villa Serrana también está desolada. Este punto tradicional en el que también muchos descansaban, tras la subida, antes de continuar el camino rumbo a Caacupé.
EXPECTATIVA. Una mujer mira la ruta. Toma un poco de mate y sigue mirando, tal vez mantiene una leve esperanza de que algún peregrino pase por su puesto para comprar yuyos, en una época en que años pasados, la recaudación era el agosto de los caacupeños.
Hoy muchos sienten el bolsillo vacío a causa de la pandemia que paró todo y tuvo su repercusión en las ventas. Los ingresos cayeron estrepitosamente.
Más adelante, al llegar a Caacupé solo los lugareños de la Villa Serrana recorren las calles. Los vendedores ambulantes tienen cerrados sus puestos de venta, solo algunos apuestan a la suerte y abren el negocio donde venden recuerdos para todos los gustos.
LA PANDEMIA QUE PARÓ TODO. El camino de la fe este año no tendrá la visita de miles de peregrinos, ni de promeseras vestidas como la Virgen de Caacupé, ni las carretas ni las bicicletas pintarán el paisaje con un ambiente de fe cristiana el 8 de diciembre.
La música “ya las caravanas de los promeseros, ascienden la loma de Caacupé”, solo sonará en el coro, pero no se representará como cada año. La postal será en el nuevo modo de vivir Covid-19.