El plan presenta acciones cortoplacistas y sin medidas estructurales. Pareciera que asume que la epidemia durará unos meses y que el año que viene volveremos a la “normalidad”. El problema es que el coronavirus vino a quedarse varios años y la anterior “normalidad” económica ya no le servía al país.
A pesar del crecimiento económico por encima del crecimiento poblacional durante el último quinquenio, la tasa de desempleo subía, la informalidad y el subempleo se mantenían altas mientras que la pobreza dejó de reducirse. Es decir, el empleo y los ingresos no iban en el camino necesario para garantizar bienestar a las familias a pesar del incremento del producto interno bruto.
En este estado de cosas llegó la epidemia a terminar de mostrarnos que nuestro modelo económico ya estaba caduco y que necesitaba cambios importantes.
El plan de reactivación debería haber planteado medidas para enfrentar un camino diferente al que aun sin pandemia ya no nos conducía a un estadio mayor del desarrollo.
El plan no solo contribuye a la consolidación de esa trayectoria poco útil, sino que además nos endeuda, poniéndonos en un callejón con pocas salidas, ya que el modelo anterior no recaudaba para financiar el desarrollo, menos aún para agregarle ahora el repago de las deudas contraídas antes del coronavirus. La percepción generalizada es que el Gobierno solo tiene capacidad para plantear más de lo mismo y tomando el camino más fácil.
En el medio de este desconcierto sobre el rumbo económico, el Gobierno no tiene mejor salida que pactar con adversarios que tampoco muestran interés en las necesidades de la ciudadanía y en el desarrollo del país.
La imagen que está proyectando es, por un lado, de ausencia de capacidad para planificar la salida económica de la crisis con cambios estructurales y de largo plazo, y por otro lado, de debilidad política ya que el pacto que busca necesariamente implicaría impunidad, mantenimiento del statu quo en materia de corrupción y de ineficiencia estatal.
En definitiva, le está dando la espalda a la ciudadanía al dejarla abandonada a su suerte en la sobrevivencia económica y mantener un sector público que, tal como es, contribuye poco al desarrollo del país.
El país está cayendo en picada por un abismo que puede retrotraernos dos décadas atrás, con alto riesgo de volver a los peores indicadores sociales y económicos.
El Gobierno debe construir un plan de reactivación económica que nos lleve al desarrollo y realizar un amplio pacto social y político que le ayude a cumplirlo. Pactar con los sectores que le roban a la Nación desde recursos económicos hasta la propia dignidad nos llevará a un Estado fallido.